Opinión

La conversión de los mártires

W. Jones

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Auguro para todos los españoles una época de prosperidad sin parangón en los próximos meses. Y por eso quiero entonar mi ‘mea culpa’ por haber dudado en algún momento de que pudiese ser así. ¿Qué malicia llevó a algunos a criticar el rumbo impuesto desde arriba?. Infames pájaros de mal agüero.

Esos que ponían en duda la eficacia de la ‘hoja de ruta’ marcada; esos que pedían insistentemente que se les explicase de modo claro y rotundo por qué se les exigía tanto sacrificio, y sobre todo tanto mal repartido, si antes les habían regalado los oídos con cantos de sirena y con sueños de trabajo y riquezas en un breve espacio de tiempo; esos, realmente, no entendían nada. Pero a partir de ahora sí que van a poder entenderlo; ahora van a poder vislumbrar el leitmotiv de esta sinfonía dolorosa, que no es otra que la conversión de todos en mártires, y la entrega feliz e incondicional al destino divino que le deparará a esta gran nación.

Nos han ido suministrando esta vacuna celestial en pequeñas dosis, casi sin darnos cuenta, para evitar reacciones alérgicas. Una plegaria por aquí, una saeta cantada al viento por allá, y poco más. Nada exagerado. Por eso nos tomamos con mucha flema la invocación hecha a la Virgen del Rocío por parte de la Ministra del ramo, Fátima Báñez -de ella se dice que nunca trabajó y por tanto nunca cotizó a la Seguridad Social-, para que nos ayudase a combatir el drama del paro. Esas invocaciones, al parecer, pretendían conseguir que, donde quiera que no llegase la eficacia de la reforma laboral (¿eficacia he dicho?), allí se pasaría el manto milagroso para que el parado pudiese, por obra y gracia del Espíritu Santo, dar de comer a su prole famélica.

No tengo apuntes estadísticos sobre el número de conversos ganados con este sistema para la causa, pero lamentablemente aún quedan cinco millones de desgraciados esperando por esa intersección divina. Entiendo que conseguir el pleno sería demasiado pedir, pues con tanta maldita modernidad y laicismo, tanto matrimonio gay y tanto aborto libre, tanto español viviendo a espaldas de lo que nos marcaba Rouco Varela, parece muy cómodo acordarse de Santa Bárbara solo cuando truena. Y quien dice tronar, dice quedarse sin empleo.