Tribuna
Daniel Donoso
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
En marzo del pasado año tuve el honor de escribir en este mismo periódico un artículo en el que celebraba la noticia del alto el fuego de ETA, un elemento importante dentro de una sucesión de factores positivos que apuntaban un horizonte esperanzador. Pasados nueve meses, y ante la noticia del atentado en Barajas, creo que es imprescindible situar cada fenómeno en su contexto. Lo era entonces y lo es ahora. Vaya por delante que, como decía Bergamín, yo soy un sujeto, no un objeto y, por tanto, cuanto escribo es subjetivo, por ello diré que yo soy votante del PP en la nación y en la comunidad autónoma. Es más, aclaro que este artículo es un manifiesto por el éxito futuro del proceso frente a quienes quieren darlo por finiquitado. Mis reflexiones parten de una gran preocupación por lo mal que se han hecho las cosas por parte del Partido Socialista y pasan por una notable inquietud acerca de este presente convulso, pero miran hacia un futuro que no está escrito. Esa es, precisamente, una de las ventajas: es posible hacer bien lo que se ha hecho fatal. Valga la reflexión a nivel municipal. Pero sólo si realmente se quiere hacerlo. La declaración de ETA de marzo era consecuencia de una serie de movimientos previos en los que el Gobierno de ZP participó pese a que nos mintió diciéndonos que no lo hizo. Si no, es imposible entenderla en otros parámetros. La versión oficial, que apuntaba a una decisión unilateral de ETA movida por su supuesta debilidad, ha quedado desmentida de un modo rotundo por los hechos posteriores. Lo ocurrido en Barajas no puede analizarse al margen del contexto, y sobre todo las bases sobre las que se asentaba la declaración de marzo, unas bases que el Gobierno ha derrumbado con su pésima gestión política del proceso. Un gobierno que dice buscar la paz no tendría que tener miedo a reconocer que ha trabajado para lograrla y el PSOE lo ha hecho. La falta de sinceridad del Ejecutivo socialista en esta cuestión parecía, en marzo, un mal menor. Si total nos estamos acostumbrando continuamente a que los gobiernos socialistas nos engañen. A lo largo del tiempo transcurrido desde entonces ha aparecido como síntoma de un problema bastante grave: el Gobierno de ZP quería un proceso de desintegración del PP, y tan pronto como contó con la baza propagandística del alto el fuego echó el freno y fue perfilando una estrategia basada en la persistencia e incluso el agravamiento de la represión hacia los populares y una tan cansina como funesta insistencia en que no estaba dispuesto a pagar ningún “precio político”, ya que ETA estaba rendida a sus pies.
Quien mejor ha resumido la actuación del Gobierno ha sido el propio Rodríguez Zapatero, que se ha jactado de no haber dado ni un solo paso. El PSOE ha llegado incluso a elaborar un vídeo para acusar al Partido Popular de haber realizado movimientos en el año l998. Y, sin embargo, todavía la víspera del atentado ZP hacía un balance positivo del año 2006 y adelantaba que el 2007 sería mejor. ¿Será por qué se convocaran elecciones generales? De nuevo una ración de optimismo como mecanismo de manipulación de la sociedad y estrategia para eludir responsabilidades. La contraposición entre las palabras huecas de Rodríguez Zapatero y el atentado de unas pocas horas después ha descubierto esta maniobra propagandística. Hace escasos días Rubalcaba convocó con urgencia una rueda de prensa para no desmentir ni confirmar una supuesta reunión con ETA y lamentar una filtración unánimemente atribuida a su propio Gobierno.
La inmensa mayoría de la sociedad española desea un auténtico proceso democrático que permita la desaparición de los asesinos de ETA y su entorno. Ese proceso es necesario y por eso debe hacerse posible, porque cualquier vida humana vale más que nada. Ya sabemos cómo no deben hacerse las cosas, las palabras no valen. Lo intentó el PSOE, el PP y el actual Gobierno; bueno, éste último ha hecho una vez más el ridículo, como en otras muchas materias. También sabemos que la apuesta Batasuna-ETA es coyuntural y superficial, no es un decidido compromiso con el proceso. El Gobierno de ZP podrá ahora agarrarse al atentado para justificar su nefasta gestión.