Opinión

Esperanza catalanizada

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Hace 35 años -google impide olvidar-, José María Carrascal escribía un artículo titulado ‘Catalanizar España’ en el que exponía lo mucho y bien que nos vendría a todos acercarnos a Cataluña en organización, iniciativa, laboriosidad, líderes, aspectos todos ellos en los que el periodista creía que nos aventajaban al resto de los españoles por dos o tres cuerpos.

La idea no era nueva. Ni entonces ni mucho menos ahora, Unamuno lo expuso más de una vez, pero antes o después hubo otras ocasiones en las que se habló de hacerlo, como quien repite en el ámbito doméstico: “Deberíamos pintar el comedor”, sin que nadie mueva un dedo. Con todos los respetos para don Miguel, don José María y doña Esperanza que lo acaba de recordar la semana pasada, hay un error en la expresión que la imposibilita de raíz. No se le puede decir a un gallego con perspectivas de éxito que debe catalanizarse; ni a aun vasco; ni a un andaluz..., porque lo más probable es que ni lo entiendan, ni les guste. Retumbará en sus oídos como un insulto a sus predecesores que por lo visto, no han sabido hacer lo que les correspondería, ni se han fijado en los catalanes sobre cómo afrontar las tareas colectivas. Se entiende que todos somos susceptibles de mejorar, incluidos aquellos que nos proponen como único modelo. Por no ir más allá, vienen a la mente tres o cuatro características por las que los catalanes deberían galleguizarse sin tasa. Y es posible que a los gallegos nos interese extremadurizarnos un montón en aspectos inimaginables. ¡Claro que todos deberíamos perfeccionarnos!. El error está en señalar un modelo único, que además hoy se presenta haciendo aguas y liderado por manipuladores manifiestamente mejorables.