C. Colón
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Vamos a ver si me entero. Según el vicesecretario general del PSOE en Andalucía, Griñán no se va empujado por el escándalo de los ERE, cuyas responsabilidades políticas no asume, sino que ha hecho un “ejercicio de dignidad y honradez” en defensa de las instituciones y del interés general.
De lo que se deduce que, si no hubiera estallado el escándalo de los ERE a partir de la famosa y jugosa grabación, Griñán se habría ido igualmente al año y medio de mandato. ¿Hay quién se lo crea? El propio Griñán ha hecho más complicado el acertijo al decir: “Entre el daño que me pueden hacer a mí y el daño a Andalucía, elijo el daño que me pueden hacer a mí, y por lo tanto yo no quiero, bajo ningún concepto, que ningún escándalo salpique a la Junta o a Andalucía”. ¿Quién le hace daño a él, a la Junta o a Andalucía? ¿La Guardia Civil o la Policía? ¿La juez Alaya? ¿Los medios de comunicación no afines al PSOE? ¿La oposición? ¿No será más bien la corrupción que se ha dado dentro de la propia Junta y los altos cargos imputados los responsables? Entonces el daño que le puedan hacer a él o a Andalucía viene de dentro, de entre los suyos y de las entrañas de la alta institución que ha presidido, no del exterior. Desde fuera se podría utilizar el escándalo como arma política, se podría informar sobre él, se podrán investigar sus entresijos y, llegado el momento, juzgarlos. Pero el escándalo y, el daño que pueda hacer, no lo han creado -como si fuera un conjura o una conspiración- ni el PP, ni la Policía, ni la Guardia Civil, ni la prensa, ni la juez, sino quienes han robado y quienes lo han consentido. Otro asunto es el de la identificación entre las personas, las instituciones y las regiones o las naciones. Me refiero a la retórica tipo “entre el daño que me puedan hacer a mí y el daño a Andalucía, elijo el daño que me puedan hace a mí”. No hay que escoger entre daños, sólo no consentir por acción u omisión que unos cuantos se repartan el dinero de los parados. Ser eficaz y honrado. Estar alerta para detectar y denunciar las corruptelas, multiplicar los mecanismos de control y facilitar la transparencia. Así es como se impide que se haga daño a la Junta. Menos retórica y más eficacia. Menos escudarse tras las instituciones y más coraje político. Menos ‘dedazo’ y más democracia. Así nadie sufriría y los dineros públicos no acabarían bajo los colchones.