El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
El miércoles, mientras bañaba a mi hija, que aún no ha cumplido cuatro años, le contaba el cuento de los siete cabritos y el lobo. Entonces vino el lobo y llamó a la puerta: toc, toc... Y realmente vino el lobo, sin llamar; estaba a la puerta del cuarto de baño en forma de tres encapuchados de algún país del este, mientras otro abajo le estaba pegando una paliza a la hija de mi marido porque se resistía a que le pusiera un almohadón en la cabeza”. Así empieza una carta remitida a los medios de comunicación por Inmaculada Esteban Rodríguez, víctima de un brutal asalto en la urbanización Roncesvalles de Galapagar el pasado 9 de noviembre, del que ofrecemos más información en la página 17 de esta edición de El Faro del Guadarrama. El relato de Inmaculada, como el de su marido, que llegó poco después, no puede dejar indiferente. La seguridad se ha convertido en la principal preocupación de los ciudadanos, una preocupación que episodios como éste avalan y ante la que no cabe apelar a la racionalidad. El miedo es libre, y la sensación de falta vigilancia que tienen los vecinos de muchas urbanizaciones de la Sierra no hace sino multiplicar el temor hasta convertirlo en pesadilla. “A la media hora oigo que llega mi marido y un amigo; les recibieron a golpes sin piedad con una escopeta que había en la casa hasta que destrozaron sus cuerpos...”. Inmaculada continúa haciendo referencia a la impunidad con que actúan estas bandas, y en este punto sí conviene hacer una reflexión. No debemos caer en la vinculación entre delincuencia e inmigración, pero de lo que no cabe duda es de que estos salvajes asaltos están protagonizados en su mayoría por ciudadanos del Este acostumbrados a actuar como asesinos a sueldo sin ningún tipo de escrúpulos. Las penas en estos casos deben ser ejemplares, porque no nos enfrentamos a robos sin más, sino que estos delincuentes actúan con elevadas dosis de violencia. El asesinato hace cuatro años del abogado Arturo Castillo en Pozuelo de Alarcón a manos del moldavo Pietro Arcan está demasiado cerca en el tiempo como para que olvidemos las brutales consecuencias que pueden tener estos actos. En los últimos meses han aumentado las noticias acerca de robos en viviendas de determinados puntos de la Sierra, como La Navata, Torrelodones o Los Arroyos, y ante eso sólo cabe pedir un aumento de la seguridad y de los efectivos destinados a labores de vigilancia, además de que la policía judicial de la Guardia Civil necesita con urgencia más agentes para agilizar la investigación de estos casos. La seguridad es un problema en el que no se deben regatear recursos humanos y materiales, más allá de la presencia puntual de un coche patrulla. En ello va eso que llamamos calidad de vida, que no puede ser violada de forma tan arbitraria como ocurre en demasiadas ocasiones.