Alfredo Fernández
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
El tema más candente de la pasada semana ha sido la concesión de la plaza de Valencia a la empresa SEROLO. La Diputación de Valencia ha concedido la plaza al mayor postor. Es decir, ha dado el coso a la empresa que ofertaba la mayor cuantía económica. A casi nadie le salen las cuentas, excepto a SEROLO, que parece ser que sí. La anterior empresa de Valencia concedía a la Diputación un canon bastante menor y se ha pegado unas leches que no le han vuelto a quedar ganas de volver a licitar.
A mí me parece que con cánones tan altos estamos jugando con fuego respecto al futuro de la Fiesta. Es muy peligroso.
Quizá SEROLO tenga otro tipo de intereses y lo último que le importe sea ganar dinero. Está de moda. Porque haciendo las cosas con “normalidad”, y viendo la situación de la plaza, el horno esta para pocos bollos o toros.
Por Valencia no han aparecido empresarios como choperas, choperitas, patones, matillas o enteros por poner ejemplos.
Es normal. El negocio para los empresarios no está ahora mismo en cosos como Valencia, sino en urbes donde los ayuntamientos dan verdaderos pastones por organizar la feria de su localidad. Qué curioso. Les cuento: hay localidades como Pozuelo, Collado Villalba, Fuenlabrada o Algete en las que los ayuntamientos están concediendo a sus empresarios desorbitadas subvenciones por organizar la feria. A mí no me parece mal que esto sea así, al revés. Cuando hay euros, cobra todo el mundo; cuando no hay, vienen los ponedores y demás. Pero la obligación de un empresario es ganar dinero, no llevárselo. Y para eso hay que buscar el equilibrio y poner un tope. Que la empresa gane, por supuesto, pero lo justo y necesario. Un alcalde debe saber administrar el dinero público, que es de todos. Y con localidades donde se ronda los 50 millones de las antiguas pesetas de subvención, más ingresos de taquilla y televisión, el negocio es redondo. No para el pueblo, sino para el que organiza. Y esto es así, es de cajón y no miro a nadie. La culpa, ya saben, no es de quien lo hace, sino de los que dejan hacerlo. Con este panorama no me extraña que todos estos empresarios se queden donde están. ¿Para qué narices van a ir a una plaza como Valencia sin saber si ganarán? Yo haría lo mismo.