ALFREDO FERNÁNDEZ | Miércoles 22 de octubre de 2014
La recta final de San Isidro ha dejado un gran sabor de boca. Triunfo de un ganadero de Galapagar, Adolfo Martín, que lidió en Madrid un encierro de presencia irreprochable y donde la emoción, el riesgo y la verdad estuvieron presentes durante las dos horas y pico que duró la corrida. Un encierro encastado, complicado unas veces, noble también, pero sobre todo completo y con un interés que pocas veces se ve en esta plaza.
Destacaron el cuarto, un toro encastado y un sexto bravo en varas y de gran clase y temple en la muleta. Éxito que merece un ganadero que recobra crédito, prestigio y que suma otro éxito al gran palmarés que tiene en su plaza talismán. Pero tampoco sería justo olvidar la gran tarde que protagonizaron Antonio Ferrera, Alberto Aguilar y Javier Castaño. Ferrera estuvo muy cerca de salir a hombros. La oreja le llegó en el cuarto. Torero maduro y en sazón que llevó a cabo una faena de mucho poso, ideas claras y saber en el momento oportuno lo que debía hacer al toro de Adolfo Martín. Con el toro que rompió plaza también tuvo momentos espléndidos. El estoconazo en la yema fue de libro. Javier Castaño perdió por el mal uso de los aceros una oreja de peso frente al toro, Marinero, el mejor de este San Isidro. Gran tercio de varas el realizado por el picador Tito Sandoval. La plaza se puso en pie. Castaño compuso un excelente inicio de faena. Bien al natural el torero charro con un toro embistiendo. Temple y firmeza. Tenía la oreja en la mano, pero se la llevó la espada. Alberto Aguilar también puso tesón con el lote más complicado.
En la corrida que cerró la isidrada 2013 se vivió un hecho histórico. Los miembros de la cuadrilla de Javier Castaño: el picador Tito Sandoval y los banderilleros David Adalid, Fernando Sánchez y Marco Galán consiguieron dar la vuelta al ruedo tras completar una suerte de varas y un tercio de banderilleros que será recordado por los aficionados por mucho tiempo. A la corrida de Celestino Cuadri le faltó fondo, pero Castaño estuvo cerca de pasear un trofeo del toro que cerró la corrida gracias a una faena de valor y dominio.
Feria Arte y Cultura
En el primer festejo de la Feria Arte y Cultura, celebrado el martes, el mexicano Joselito Adame, estuvo a punto de abrir la puerta grande. Se llevó los dos únicos toros válidos de la tarde. Le cortó la oreja al primero tras una faena muy inteligente y con grandes momentos sobre la mano derecha. El filo de la espada se llevó la oreja del sexto, un toro alegre y fijo que embistió bien. Supo entender a este astado, con momentos de torero maduro y con las ideas muy claras. Dio una vuelta al ruedo y dejó la sensación de estar ante un torero que ha evolucionado.
Fiasco ganadero
Máxima expectación en la Corrida de Beneficiencia del pasado miércoles… Y al final, tarde de fiasco ganadero y aburrimiento general. Baile de corrales, polémica, presiones de Antonio Barrera, apoderado de Morante, para recomponer cuatro toros de Valdefresno -ni buenos por dentro ni por fuera- y dos remiendos de Victoriano del Río. En días así, con personalidades relevantes en el palco y el cartel de No hay billetes en plena crisis, los taurinos, ¡ay los taurinos!, no pueden errar en lo de siempre: la presencia del toro.
La tarde tuvo unas maravillosas verónicas de recibo al que hizo quinto, noble pero que duró un suspiro. La media, eso sí, todavía dura. Otro quite antológico con aroma amorantado. Una tanda excelsa, despaciosa prendió la mecha, pero el animal se paró. Los doblones finales tuvieron una torería infinita. Mal a espadas. La tarde no dio más de sí. Faena sin brillo de Juan José Padilla a un toro con clase pero sin fuerza de Victoriano. El ciclón volvía a Las Ventas tras su percance en Zaragoza en 2012. De entrada, gran ovación del público. Fue achuchado por el descafeinado cuarto.
Sebastián Castella hizo un esperanzador comienzo de faena al sexto, con pases cambiados por la espalda de gran sinceridad, pero luego el toro no se prestó al lucimiento y provocó una tarde desangelada.
Pronto con el capote para parar al quinto y dibujarle verónicas maravillosas e inconexas por su reposición. El toro siempre encima. La media verónica fue una fábula. Como otra a toro corrido en el platillo. Como el recorte para ponerlo en el caballo. No lo castigó. Un quite a favor de querencia desprendió dos lances de primor. Los mejores. Y lo esperó sobre la mano derecha en la muleta. Bellos los redondos con la embestida pegajosa, siempre encima. Dos series en las que se encaró con la parte agria de la plaza.