Opinión

Avances y retrocesos en la nueva Ley de Educación

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
No considero que la ley Wert de Educación, aprobada el viernes de la semana pasada como proyecto por el Consejo de Ministros, se deba despachar en su conjunto como un retroceso. Hay medidas, como las reválidas o el adelanto de los itinerarios, dignas de estudio y debate. Y para retroceso, el que ha experimentado el nivel de nuestros alumnos con la normativa actual y sus índices de fracaso y abandono.

Dicho lo cual, añado que hay una iniciativa francamente rechazable, que no es otra que la reimplantación de la Religión como asignatura evaluable, una novedad insólita después de veinte años de ocupar un lugar secundario en un sistema de educación laico. Obedece a una demanda insistente de los obispos (católicos), a la que supongo se han adherido los pastores de otras confesiones religiosas.

Ocurre que España es un país constitucionalmente aconfesional (“Ninguna confesión tendrá carácter estatal”, artículo 16 de la Constitución vigente), en el que la sociedad civil se mantiene convenientemente separada de los poderes religiosos, no como en otras naciones a las que, seguro, no queremos parecernos.

La apelación a la Carta Magna a la que “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones” (mismo artículo) sólo puede interpretarse como obligación de meter la religión en la escuela si se parte de una oposición ideológica al espíritu aconfesional de la Constitución. Distinto es el estudio de las religiones, su historia y el fenómeno religioso en sí, tan importante en nuestra sociedad que ningún alumno debe abandonar las aulas sin conocerlos. Pero el aprendizaje de una religión determinada no entra ahí. La catequesis tiene su sitio: las parroquias, mezquitas, templos protestantes o sinagogas. Y la asunción por los niños y jóvenes de convicciones religiosas también lo tiene, y privilegiado: sus casas, sus padres. O los colegios privados que las familias decidan elegir libremente en función de sus creencias.

En este caso sí considero un avance la situación actual que el ministro Wert parece dispuesto a cargarse. La religión no es para la escuela, y menos debe ser utilizada para establecer la nota media de los alumnos al final de curso y computar a la hora de conseguir una beca.