Opinión

El temible ‘depende’

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
No es don Mariano un hombre que se ponga facilmente nervioso. Allí donde otros líderes del PP embisten, él pasa de largo, dejando contrariado al contrincante. No hay manera de enfurecerlo ni tampoco de sacarlo de sus casillas. Resulta imposible imaginarlo profiriendo un taco rotundo, o efectuando una declaración taxativa. En él predomina la galleguidad del depende. Con esa confesión, quedan refutadas todas esas teorías que ven en la tibieza de Rajoy su punto débil. Depende. Lo es cuando las encuestas, como ahora, deben medir el grado de aceptación que suscita el presidente, pero se tranforma en ventaja al estimar el grado de rechazo que provocan sus más directos adversarios políticos.

Hasta ahora han sido mayoría los líderes apasionados. Lo fue Aznar, que se dejó llevar en su último tramo por ardones bélicos que frustaron su magnífica labor. Rajoy es su antítesis, y la antítesis también de Zapatero, que llegó al poder queriendo reiventar la historia de España. No va con el presidente involucrarse en una guerra tras poner los pies encima de una mesa de la Casa Blanca, ni tocar la lira de una quimérica Alianza de Civilizaciones. Frente a la grandiosidad de sus antecesores, la galleguidad del depende. Por eso el parentesco político de Rajoy no hay que buscarlo con Aznar, ni con Fraga, sino con el recordado Pío Cabanillas, uno de los máximos dependientes del dependismo. Del galaico ministro también se mofaban debido a su ambigüedad magistral, y sin embargo, parte de las grandes reformas de la política española lleva su sello. Lo hizo sin recurrir a los clarines.

Los socialistas se quejan de la actitud de Rajoy porque ellos necesitan una derecha dura y arisca, que pudiera ser retratada de nuevo como el dóberman de antaño. Por eso cada día están más claras las dificultades que tiene Alfredo Pérez Rubalcaba para hacer con la izquierda sociológica el mismo milagro que Cristo ofició con Lázaro. Ha de hacer que se levante y ande, que olvide la frustración de Zapatero y se entusiasme con nuevos mensajes. La tarea del gallego es muy distinta. No tiene que resucitar a nadie, sino tranquilizar a todos y animarles a mantener la esperanza de que de esta salimos. Contra el temible depende, le va a resultar difícil a don Alfredo y al resto de los líderes de la oposición encontrar antídoto.