ENRIQUE PEÑAS | Miércoles 22 de octubre de 2014
El 18 de julio de 1936, un día después del denominado alzamiento nacional en Melilla, varias partidas de voluntarios de Guadarrama se dirigieron al Alto del León, punto estratégico en las comunicaciones y para el acceso y defensa de Madrid. Republicanos y nacionales lucharon desde entonces por controlar el puerto, que se conviertió en uno de los principales escenarios de la Guerra Civil dentro de nuestra región.
Ataques, contraofensivas, escaramuzas y bombardeos se sucedieron durante semanas, con posiciones que se mantuvieron fijas prácticamente durante toda la contienda, sin olvidar que los combatientes tuvieron que hacer frente también a las duras condiciones climatológicas propias de la Sierra.
Patrimonio etnográfico
Casi 80 años después, las huellas de la guerra aún se pueden seguir en zonas como La Sevillana, Salamanca Norte, Cerro Lobos, El Horcajo, Cabeza Líjar, Cuelgamuros, Álamos Blancos o Los Tomillares. Restos de trincheras, viviendas, observatorios, nidos de ametralladoras, barracones o pozos de tropa recuerdan aquella época, convirtiéndose en testimonio del pasado bélico.
Este es el punto de partida de la nueva iniciativa del Ayuntamiento a través del Plan de Dinamización Turística (hace unos meses, en el marco de FITUR, ya se presentaron distintos paseos temáticos por la localidad), aprovechando estos elementos etnográficos como valor añadido dentro del privilegiado entorno natural de la localidad. Para ello, se han realizado pequeños trabajos de restauración, con una intervención mínima sobre el patrimonio, además de instalarse paneles informativos con códigos QR que permiten a los visitantes acceder a una detallada información.
“El paso de los años, las repoblaciones posteriores y la ubicación estratégica con destacadas perspectivas paisajísticas convierten a estos restos en lugares atractivos para numerosos visitantes que ya los recorren de manera individual y espontánea”, señalan a modo de presentación Manuel Redondo y Juan Pablo Avisón, responsables del proyecto Guadarrama: tras las huellas de la guerra (en breve se podrá descargar a través de la página web municipal). En él también han colaborado Daniel Devesa (trabajo de campo), Elio del Amo (ilustraciones), Jacinto M. Arévalo (historiador) y Eugenio Pozas, gran conocedor de la historia y el medio natural de este municipio serrano.
‘Geocaching’
En esta publicación, presentada de forma oficial el pasado viernes, se hace un amplio repaso por las distintas posiciones (grupos de puestos) encontradas, trazando además varios recorridos.
La concejala de Desarrollo Local, Noelia Pozas, señaló que este proyecto parte del respeto al entorno y se convierte en un “nuevo producto que las agencias de viaje pueden ofrecer en paquetes turísticos”, permitiendo “descubrir elementos que siempre han estado ahí pero que casi no los habíamos visto”.
Se trata, explicó Manuel Redondo, de una suerte de geocaching, de modo que las coordenadas geográficas que figuran en estas rutas permiten, a través de un receptor GPS, encontrar estos restos del patrimonio etnográfico asociado a la Guerra Civil.
Una labor, señaló, que “ha desbordado todas las previsiones”. El primer paso, indicó, fue el trabajo de campo -realizado en junio y julio del pasado año tras recorrer en total unos 180 kilómetros- para hacer un completo inventario de estas huellas en el frente de Guadarrama (muchas de ellas colmatadas de vegetación y que no siempre se pueden identificar con claridad); después llegó la geolocalización, el reportaje fotográfico y la evaluación de los restos, incluyendo una “tipología constructiva” que también aparece reflejada en este proyecto.
En total, se ha inventariado un conjunto de más de 500 posiciones, algunas de ellas múltiples, al tratarse de conjuntos compuestos por varias ruinas muy próximas en el terreno.
El resultado en términos de interés turístico, prosiguió Redondo, es esta propuesta de “senderismo responsable y comprometido”. Para ello, se han realizado hasta 15 croquis interpretativos y se han diseñado nueve recorridos -con sus correspondientes fichas técnicas- de dificultad variable y una duración estimada de entre tres y siete horas. “Esta parte final no deja de ser una sugerencia, porque la idea es que los excursionistas puedan ir por libre y adaptar la ruta a sus intereses”, explicaba. Una propuesta abierta que incluye además la posibilidad de realizar “visitas programadas en taxi-guía”, así como recorridos mixtos que combinan el desplazamiento en 4x4 con el trayecto a pie. El objetivo final, subrayó, es ofrecer “productos combinados que reúnan la oferta cultural, gastronómica y hotelera de la localidad”.
Al acto, que se desarrolló en El Aralar, acudió también la alcaldesa, Carmen María Pérez del Molino, quien se mostró entusiasmada con este proyecto. “Es un trabajo extraordinario; estoy segura de que va a ser un éxito”, manifestó, incidiendo en la apuesta municipal por el turismo como motor económico para la localidad.