El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
El Papa Francisco Ha dicho a los cristianos: “No os dejéis robar la esperanza”. ¿Pero qué hacer cuando es el propio Gobierno el que nos roba, no solo la esperanza, sino también el dinero y derechos, como el trabajo, imprescindible para vivir con dignidad, sumiendo al país en la tristeza y el dolor?. ¿Qué hacer cuando las aparentes democracias se tornan dictaduras y los gobiernos roban los ahorros depositados en los bancos y acosan al ciudadano con impuestos injustos e insoportables?. ¿Qué debe hacer un cristiano cuando la injusticia imperante le empuja hacia la desesperación, de manera irreversible, al tener que buscar comida en los contenedores de basura, al no poder alimentar a la familia y cuando las circunstancias impiden poder vivir con dignidad?.
Al mensaje del Papa Francisco le falta una segunda parte. Tras pedir a los cristianos que no se dejen arrebatar la esperanza y recordarles que son nada menos que “hijos de Dios”, el mensaje del líder espiritual católico deberá incorporar una clara condena de los dirigentes políticos y financieros que están creando un mundo injusto que cada día nos invade más; un mundo donde los grandes valores han sido asesinados por el poder y en el que se han impuesto vicios y suciedades como la corrupción, el abuso de poder, la desigualdad extrema, el desprecio a los débiles, la arrogancia y el egoísmo.
El Papa Francisco viene de Latinoamérica, que es una tierra de frontera donde se vive el eterno conflicto entre la injusticia y el poder. Él, como 11 millones de cristianos de aquellos territorios, se encuentran frente al terrible dilema que ha dado vida a la Teología de la Liberación: ¿Qué hacer ante la injusticia, someterse o luchar contra ella?. La gran respuesta debe ser: ¿Es compatible la dignidad de “hijo de Dios” con la cobardía y el sometimiento ante los abusos, arbitrariedades y canalladas del poder? O planteado de otro modo: ¿El deber del cristiano incluye someterse al expolio, al saqueo, a la violación de la dignidad humana, el robo y otras canalladas del poder?
El Papa Francisco, que ha empezado su pontificado con buen pie, protagonizando gestos valientes de acercamiento al pueblo, le queda un gran camino por recorrer si quiere acercar la Iglesia que dirige al pueblo que sufre. ¿A qué esperanza se refiere cuando pide al pueblo que no la pierda? ¿Está hablando únicamente de la esperanza de una justicia que premiará a los buenos y castigará a los malos en la otra vida o a esa esperanza que exige también la lucha por un mundo mejor?
El Papa tendrá que optar pronto por una de las dos opciones: o pastorea un rebaño sometido y acobardado que solo espera la Justicia divina o es el líder de un pueblo que entiende la fe como un mandato divino para cuidar la creación y ayudar a que el mundo sea un espacio de paz, justicia y dignidad.