Opinión

El negocio de las redes

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Un amigo me reenvía el comentario de un amigo suyo sobre el valor futuro de las tres grandes empresas de nuevas tecnologías: Apple, Google y Facebook. El amigo de mi amigo propone la siguiente reflexión: Mientras que Apple y Google tienen activos palpables, Facebook solo tiene usuarios que le podrían dejar plantado si un día intentara cobrarles el servicio. Una empresa, dice, necesita tener algo que vender. En cambio, ¿qué tiene Facebook? La pregunta, naturalmente, sería extensible a Twitter y a otras plataformas de la red social.


Pero lo cierto es que Facebook, Twitter y similares tienen algo que vender: nos tienen a nosotros, a los usuarios. A los cientos de millones de personas que se conectan varias veces al día. Hay que tenerlo claro: los usuarios no somos clientes, sino productos. Los verdaderos clientes son los anunciantes, los vendedores de bienes de consumo y de servicios, pero también cualquiera dispuesto a pagar por unos instantes de nuestra atención. Podrían ser políticos y gobiernos deseosos de influir a nuestras conductas, o incluso oscuras intenciones en lavarnos el cerebro con propaganda subliminal. Vale, suena a película barata, pero técnicamente es posible, Nunca tanta gente miró a la vez al mismo sitio con todas las defensas mentales desactivadas.

El negocio es genial: el producto a vender se fabrica a sí mismo. No cuesta un duro. Somos los usuarios quienes elaboramos los contenidos que luego nos enganchan. La televisión gasta verdaderas fortunas en la producción y compra de programas; el último medio punto porcentual, el que convierte a una cadena en líder de audiencia, puede costar tanto como todo el resto. Gastan para tener millones de espectadores que vender a los anunciantes. Las plataformas de red social dejan que sea la propia audiencia la que haga el trabajo. Los usuarios somos ganado que pagamos nuestro propio engorde ¡Qué idea tan fascinante!- Y al mismo tiempo inquietante.

La última iniciativa de Facebook es una versión para móviles que, si no le dices expresamente lo contrario, se apropia de la pantalla. Enciendes el aparato y ya estás en manos de Zuckerberg, es decir, en su cuenta de activos. Y no hay nada que objetar, porque nos metemos ahí por propia voluntad. Es cierto que cualquiera podrá hacer lo mismo, pero él dio primero, y ya le pueden echar un galgo.