Opinión

El difícil futuro político de Venezuela

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Aún si el escrutinio fuese riguroso, la diferencia del chavismo sobre la oposición habría bajado al menos 15 puntos en las elecciones del pasado octubre a punto y medio en las celebradas el domingo. Venezuela ya estaba enfrentada por mitades, pero este resultado radicaliza la fractura. El líder en ausencia ganó hace seis meses lo que su sucesor ha dilapidado ‘cocinando’ una santificación laica y abusando indecorosamente de los medios públicos de comunicación. Por tanto es fácil comprender que el país tiene muy oscura la salida de la década autoritaria.


Capriles no acepta el cierre que el Consejo Nacional Electoral presenta como definitivo, y tanto un nuevo recuento, voto a voto, como el estudio neutral de las 3.200 irregularidades detectadas por los presuntos perdedores, puede dar un vuelco a los resultados y al poder. En el mejor de los casos para Capriles, Venezuela seguirá partida y ante una muy difícil neutralización de los riesgos subversivos. No es la abstención, escasamente relevante, la causa de esta polaridad. Lo que está ocurriendo refleja fielmente una realidad política y social paralela de la dicotomía ideológica. Una opción populista, personalista y milagrera se enfrenta a otra que intenta gobernar en sintonía con el mundo libre. En consecuencia, la equilibrada división del voto entre dos solas ofertas no es el bipartidismo que regula la alternancia en las democracias desarrolladas, sino expresión de antítesis de dos culturas, dos mundos y dos conceptos de poder político, cuyos portavoces no eluden como debieran las luchas cainitas ni la pulsión del odio. La última campaña electoral ha sido inequívoca.

Ni el peronismo, ni el chavismo, ni el castrismo cuando desaparezcan los hermanos Fidel y Raúl pudieron ni podrán sobrevivir a sus titulares en condiciones de mínima pureza. Todo se deforma, manipula y aprovecha cuando el autócrata desaparece. Ni siquiera como confirmado presidente podrá Maduro sentirse satisfecho de su resultado, ni cauterizar con estabilidad y buen gobierno la hemorragia del voto perdido en nombre de Chávez. Hasta ahora, se ha presentado como abducido por la personalidad de aquél y cualquier cambio le irá en contra. Sí, como hace temer su campaña, carece de dones propios para reciclar el famoso carisma bolivariano. La precaria mayoría parlamentaria lo hará todo más complicado y la tentación del golpismo pseudoinstitucional le apartará previsiblemente de los foros de negociación que convienen a su país, confinándolo cada vez más en el regazo cubano, el más senil y efímero de la región. Los demócratas que defienden el chavismo frente al presunto servilismo de Capriles con Estados Unidos no deberían olvidar que las ideologías se legitiman en la libertad. Lo demás será lo que sea, pero no democracia.