Editorial

Ni un ‘parque de atracciones’ rodeado de zonas residenciales, ni tampoco una burbuja

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La Ley del Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama (ahora sin el término ‘cumbres’ que acotaba nominalmente la propuesta) ha superado esta semana el trámite del Congreso de los Diputados, recabando el apoyo de PP y CiU, mientras que PSOE, PNV y UPyD -entre otras fuerzas- se han abstenido e Izquierda Plural ha votado en contra. El siguiente y definitivo paso será el del Senado, en el que no se prevén cambios en el sentido del voto, por lo que esta ley se aprobará previsiblemente sin el consenso que merecía la centenaria historia del ‘guadarramismo’. Durante este proceso no han faltado, ni faltarán, las críticas de los grupos ecologistas, que cuestionan la falta de protección en determinadas zonas y los estrechamientos que sufre en otras. Se trata, aseguran, de un modelo condenado al fracaso. Contrasta esta postura con la de otros colectivos también defensores del medio ambiente pero que se han pronunciado de forma más moderada, y quizá aquí también hay que recordar aquello de que la virtud está en el término medio.

Un Parque Nacional de máximos supondría condicionar de forma importante el desarrollo de numerosas localidades de nuestra comarca, como Collado Mediano, Becerril de la Sierra, Navacerrada, Los Molinos, Cercedilla o Manzanares. Más allá del crecimiento urbanístico, que a día de hoy no tiene sentido (ni tampoco debe tenerlo en el futuro, al menos con los planteamientos previos al estallido de la burbuja inmobiliaria), la Sierra del Guadarrama necesita definir un modelo de futuro que ha de pasar de forma inevitable por el medio ambiente, sin duda su mayor patrimonio, pero también por el impulso del sector servicios, así como por una industria y un comercio que sean escrupulosamente respetuosos con el entorno. En este punto, el inmovilismo no ha de considerarse un punto de partida, sino que ha de prevalecer la necesidad de hacer compatible la conservación con el desarrollo, más aún teniendo en cuenta que la declaración del Parque Nacional debe aprovecharse como una oportunidad para que el turismo, como ocurre sin mayores problemas en otros parques nacionales, se convierta en el gran motor económico de la comarca. No se trata, en definitiva, de crear una suerte de ‘parque de atracciones’ rodeado de urbanizaciones, polígonos y zonas residenciales, pero tampoco de quedarnos en una ‘burbuja’ que acabe levantándose como un muro y que impida el disfrute pleno del que verdaderamente es el mayor orgullo de los ciudadanos de la Sierra.