El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
El nivel del consumo en nuestro país es irracional y difícilmente sostenible por la sobreexplotación de los recursos naturales y, además, por los efectos nocivos que ocasiona. Parece, pues, aconsejable utilizar los limitados recursos disponibles con más eficiencia y para ello será necesario pensar a largo plazo, asunto difícil este. Los ecologistas suelen ser calificados de idealistas y románticos, pero algunos tienen los pies en el suelo y creen en la limitación de los recursos naturales, de ahí que preconicen el consumo responsable y el reciclaje como cuestiones de supervivencia.
Dado que la crisis agudiza el ingenio -uno de los aspectos positivos de ella-, han ido surgiendo iniciativas, muy arraigadas ya en otros países, como las tiendas de venta de ropa y productos usados y el comercio colaborativo. Los comercios de ropa usada están ya muy extendidos en las grandes ciudades y sus clientes son de muy diverso estatus económico y social. Lo mismo sucede con los libros de texto intercambiados entre familias a principios de curso en las escuelas. En España, sin duda, acabarán tarde o temprano imponiéndose estas prácticas, no por convencimiento -aquí aún predomina el hidalgo y cabeza llena de orgullo-, pero sí por necesidad. Otro camino hacia el consumo responsable es el comercio colaborativo consistente en el intercambio de conocimientos, bienes y servicios: hay quien se ofrece como profesor a cambio de un local en el que enseñar; se cambian discos de vinilo por libros de entretenimiento; el electricista ofrece su servicio por una bicicleta usada; mi apartamento en la costa por el tuyo en la montaña, etc, etc.
El crecimiento basado en el consumo tiene los días contados.