Opinión

La compleja dialéctica mariana

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Vacilaba Mariano Rajoy entre querellarse o no contra Luis Bárcenas y, en la duda, decidió que sea la secretaria general de su partido, María Dolores de Cospedal, quien cargue con la arriesgada tarea de demandar al ex tesorero que tal vez atesore más de un secreto. Los ‘marianólogos’ creen ver en esta salida, lateral y algo sinuosa, un rasgo de la peculiar personalidad del presidente del Gobierno. Igual no les falta razón.


El propio Rajoy se ufanó días atrás de lo bien que le había ido su calculada indecisión para evitar que España fuera intervenida por potencias extranjeras al mando de Angela Merkel, sin más que mirar al tendido. “A veces la mejor decisión -dijo-, es no tomar ninguna decisión; y eso es también una decisión”, explicó el afectado con la extraña técnica de enredo lingüístico que empieza a ser marca de la casa.

Arrojada a la pista de los leones, la pobre De Cospedal se vio en la tesitura de imitar el método discursivo de su jefe, aunque con menos fortuna. Primero dijo que Rajoy se uniría a sus compañeros de partido en la demanda contra Bárcenas, para puntualizar a continuación que el nombre del presidente podría no figurar en la querella conjunta. Dicho en términos de dialéctica mariana, puede que el primer ministro vaya a ponerle pleito al que durante años fue explosivo guardián de las finanzas del PP, o puede ser que no. Quién sabe.

Este difícil arte de mostrarse impasible ante los acontecimientos presentado por Mariano Rajoy recuerda extraordinariamente al proceder del general Franco, aunque ninguna relación guarden el dictador y el presidente elegido por una cuantiosa mayoría absoluta. Según la leyenda -.que pudiera no serlo-, el general usaba tan solo dos cajones de su mesa de despacho, que abría y cerraba de cuando en vez para cambiar los papeles de sitio. “El cajón de la izquierda”, habría explicado Franco a sus intrigados colaboradores “es el de los problemas que el tiempo resolverá”. Y el de la derecha “el de los problemas que el tiempo ya ha resuelto”. Así, con dos cajones y sin pegar palo al agua, el caudillo gobernó plácidamente España durante casi 40 años.

Las apariencias son engañosas, naturalmente, En realidad, la escuela política en la que se ha forjado Rajoy es la del viejo maestro Pío Cabanillas; aquel ministro para todo que fue liberal en la dictadura y conservador bajo el régimen democrático. Suyas son algunas frases de larga recordación como la que pronosticaba, sin mentira: “Vamos a ganar, aunque todavía no sé quiénes”, o aquella otra con la que prevenía a sus correligionarios: “Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”.

Algo de esa herencia queda en el Rajoy que no hace mucho sugería que su reforma laboral “puede abaratar el despido, o puede que no”. De su destreza en el regate ya había dado muestras anteriormente cuando un periodista se interesó por sus posibilidades de suceder a José María Aznar en el liderazgo del Partido Popular. “Sobre eso”, respondió, “estoy pensando lo que usted cree que estoy pensado”.

Son muchos los que tienden a ver en la propensión a la ambigüedad del presidente a la imagen de aquel Don Tancredo que se alzaba sobre un pedestal en medio de la plaza sin mover ni un músculo, con la esperanza de que el toro no reparase en él. Quizás sea así, o quizá no. Como el de la querella de Cospedal, ese es otro de los indescifrables enigmas de la ‘Marionología’.