Opinión

La corrupción no se combate con más leyes

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Me sorprende bastante observar como los medios de comunicación enfocan el asunto de la corrupción que últimamente parece afectar a nuestro país de punta a punta. Incluso me hace gracia ver como algunos ponen el grito en el cielo ante esta situación. Y es que queramos aceptarlo o no, la corrupción es parte de la cultura política española. Es el arte de un “arrimo, trinco y unto” que existe en este país desde los orígenes de la democracia.


‘El Bigotes’, Camps, Julián Muñoz o Urdangarín, por citar algunos, son solo los pringados de turno que no han sabido ‘untar’ bien a su entorno y, en consecuencia, han sido pillados merced a su manifiesta torpeza. Ellos son chivos expiatorios de la máquina propagandística política utilizada para generar una cortina de humo con la que aparentan depurar el sistema. A mí estos corruptos, la verdad, no me quitan el sueño. Son corruptos de un nivel inferior que llegaron a donde llegaron por su exquisita verborrea y que se han aprovechado con astucia y poca vergüenza de la decadencia del régimen. Los me dan verdadero miedo son los que nunca salen en las noticias, porque juegan en un división superior; aquellos que son invisibles para el sistema.

Porque ejemplos de corrupción a primer nivel existen a montones, pero como he dicho, son insensibles a los ojos de la ley. Imagínense a un político cuya campaña sea financiada por un par de bancos o cajas de ahorros. Gana las elecciones y llega al poder. Si por circunstancias la crisis económica azota al sector financiero ¿qué creen que pasará? El banco condonará deudas por un lado a cambio de grandes inyecciones de dinero público a cargo del PIB, por el otro. Un rescate encubierto que esconde un trapicheo que ha venido gestándose desde hace años.

Esta corrupción de alto standing suele ser invisible para la justicia y ha movido decenas de miles de millones de euros en los últimos años. Estamos hablando de crear leyes para poder dar lugar a situaciones de corrupción extrema. Esto es grave. Si encima piensas que un presidente es un producto creado por lobbies y preconfigurado para llegar al cargo que ostenta, apaga y vámonos.

Imagínense ahora a otro político que comenta a un ‘amiguete de toda la vida’ la recalificación de un terreno rústico en urbano. El amiguete compra las tierras a precio de saldo y cinco años después construye una macro urbanización de chalets adosados a poco más de mil metros de la playa que, posteriormente, vende a 340.000 euros cada uno. Meses después el político abre la puerta de su casa y se encuentra una bolsa de ‘Adidas’ con un fajo de billetes de quinientos y aquí nadie sabe nada. Eso pasó durante años en nuestro país.

Y si un día abres el periódico y te enteras de que se está proyectando un macroproyecto de 18.000 viviendas en régimen de alquiler en un país donde en 2009 se construyeron 200.000 y aún mantiene un stock de un millón de viviendas sin vender. No piensen en la insensatez del constructor o del político que lo ha permitido, sino en el negocio que en ‘B’ allí hay montado ¿Si no como se iba a generar el ‘trinque’?. Del mismo modo, si un ayuntamiento tiene que conceder una licencia pública de envergadura en base a unos criterios previamente pactados con los grupos de la oposición y, después, da la casualidad que el primo de la mujer del alcalde los cumple al dedillo. Ahí tampoco se puede demostrar nada.

Cómo combatir la corrupción
Cada vez que hay una crisis (pasó también en 1993), el pastel se reduce y las porciones son más pequeñas. Cuando los comensales se ponen nerviosos porque no pillan a uno se le va la lengua y al otro le aparece el teléfono pinchado. Luego nos lo venderán como una depuración del sistema y mucha gente dormirá tranquila sabiendo que la justicia funciona.

La única forma de acabar con la corrupción de los gobiernos es haciendo que estos e normalicen y vuelvan a unas funciones mucho más básicas. Mientras jueguen a inversor, empresario y buen samaritano la situación irá obligatoriamente a peor. La corrupción cuando el gobierno maneja enormes cantidades de dinero existirá por tres motivos:
Primero.- Los políticos no son inversores profesionales y si algunos lo fueran, seguro que no serían los mejores. Financieros, expertos bursátiles, médicos, ingenieros o físicos tienen que demostrar su valía si quieren ocupar puestos importantes en el sector privado. Los políticos mientras tanto solo son oradores y líderes de masas.

Segundo.- El dinero que manejan no es suyo. Por más que muchos, por inercia, se hayan habituado, esto es un estado de observación moral. Y en este caldo de cultivo de moral difusa en el que ‘todo vale según con qué palabra lo platees’, la corrupción es una reacción obvia que antes o después aparecer.

Tercero.- El beneficio o utilidad que obtengan con ese dinero no es para ellos. Esta situación cambia mucho el panorama y la forma de usar el dinero, muy diferente de la eficacia, precisión y esfuerzo con que lo emplea el propio inversor o profesional en la búsqueda de un rendimiento que tiene que ser su retorno para siempre.

La trampa de la política actual es pensar que todo se arregla con más leyes, más normas coercitivas, más cárcel y más sanciones. Con ello lo único que se conseguirá será tener la mayor proporción de población política corrupta de Europa. La política solo funcionará bien cuando sea libre, justa y meritocrática, y todo lo demás es una simple utopía.