El mirador
R. Díaz
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La República es esa mujer de expresión iluminada, vestida con túnica y capa, que dirige su mirada al infinito agarrada al mástil de la bandera y poniendo en la balanza todo el peso de nuestros convulsos tiempos.
La República fue primero y después, por eso se quedó en dos, como varada entre los años de la historia para llegar ahora a desempolvar recuerdos y hacer repaso de lo que fuimos y de lo que somos, quizá por si un día le toca volver. De la República sabemos poco o más bien nada, porque aquí nos obligaron a vivir en dictadura y después optamos por la monarquía... La República tenía bandera añorada, muy actual, porque el morado le da un toque entre el postmoderno y semanasantero que pega con la condición, forma y sentimiento de nuestra España del siglo XXI, que la otra, la del rojo y gualda, parece patrimonio de la soldadesca y de los reaccionarios del tardofranquismo. Yo prefiero la tricolor, incluso con Rey, que no pasaría nada por cambiar lo que ahora tenemos al tiempo que repasamos la Constitución. La República, más que nada, nos la imaginamos ubicada en su melenudo león y su amanecer entre el Marivent vacacional, el Palacio de la Zarzuela o la casa solariega de Sardeu, allá en Asturias, último enganche monárquico, donde tenemos conocimiento de un primer reino cristiano. La República podía ser religiosa o laica, a mí me da igual, porque me considero feo, ácrata y sentimental...La República es amar al prójimo como a uno mismo, pero sin misas, rosarios ni relicarios, al aire libre, respirando profundo y mirando al horizonte de nuestros derechos. Es también tiempo pasado, que tuvo sus más y sus menos, que desembocó en el gran lamento patrio que fue la Guerra Civil. Ahora no conviene olvidarse ni de lo uno ni de lo otro por si acaso llegamos a creer en un espejismo, en el que cualquier tiempo pasado fue mejor...