Opinión

Sin florituras ‘reales’

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
El Rey se echa al monte -o lo echan- con el propósito apresurado de modernizar su imagen, un lavado de cara puntual; un discurso que se pudo ver en Youtube y en cuatro idiomas, paso firme y decidido contra las bravuconadas nacionalistas. Un problema: a los nacionalistas no les interesa el discurso del Rey; algunos, como el recién proclamado presidente de la Generalitat, presumen de no haberlo visto; es más, dice que si hay que sumarse a algo, que sea en Europa; los otros piden respeto.

Fea anda la cosa. El discurso más breve que se le recuerda, sin alusiones a lo suyo, ni a los suyos como el pasado año. De pie, como queriendo sumar su aliento al de los sufridos españoles con rapapolvo de boquilla -al calor de la calles- contra la política, reivindicando la política de alturas y a la búsqueda de una confianza en paradero desconocido.

Atrás quedan aquellos discursos con sustantivos encriptados y fraseos de monarquía de salón con deje desganado. El de esta vez ya no, o no tanto, que no anda el patio para florituras ‘reales’ ni de las otras. La casta política a la que iban destinados la mayoría de los dardos no se da por aludida, o sí; los de siempre aprueban el mensaje, los otros a lo suyo. Hubo momentos para todos, para los jóvenes que se van, para las familias y las instituciones asistenciales en un punto final sobreactuado en el que daban ganas de olvidar la cena y echarse a llorar. Tanto esfuerzo por parte de la Casa Real para que distingamos la buena monarquía de la otra, la que ha de permanecer en cuarentena de por vida y resulta que al Rey le inyectan al final del discurso la moralina tristona de los de Campofrío, anuncio emitido nada más rematar.

Uno que ya no está para revisitar soflamas, piensa que lo mejor es dejarse de tele. La familia, de verdad, es lo primero.