Antonio Aradillas | Miércoles 22 de octubre de 2014
No sé si de rabia o de complacencia, pero tengo la convicción bíblica de que, si pudiera leer el nuevo libro del Papa, Francisco Sánchez, conocido como el ‘Brocense’ habría de revolverse en su sepulcro. Nacido en Brizas -extremeño por más señas-, en 1533, humanista, clérigo, laico y casado e influido por Erasmo “quien diga mal de Erasmo o es fraile o es asno”-, fue profesor de retórica, griego y filosofía en la universidad de Salamanca. En uno de sus libros escribió que “los Reyes Magos ni fueron tres, ni fueron reyes, ni fueron magos”.
Por supuesto que la Inquisición arremetió “sanamente” contra él con diversos procesos, iniciado el primero el año 1584, habiendo descalificado además a quienes le rindieron culto a las ‘Once Mil Vírgenes’ y veneraron a Santa Lucía y a sus ojos.
El Papa acaba de declarar anti o a-evangélicos a la mula -y al buey, así como a los Reyes Magos y, por lo tanto, a figuras, cuadros y estampas que la tradición popular hace devotamente presentes como otras lecciones de catequesis brillantes e inteligibles para la educación de la fe . La declaración pontificia aunque haya sido efectuada en un libro del que personalmente es su autor, resulta ser manifiestamente inoportuna. La reacción de los propios cristianos así lo demuestra, con la consiguiente censura a cuadros, imágenes y cánticos populares, sobe todo infantiles, que la historia del arte y de la piedad han transmitido a través de los siglos con veneración y lirismo. La explicación a la improcedencia de las palabras del Papa, es posible que responda al hecho de que, como catedrático eximio que es, viva, o le hagan vivir fuera del mundo y enfrascado en sus inescrutables tesis bíblicas y teológicas, y al margen, o sobre, los fieles devotos. Encarnarse en la Iglesia-Iglesia, en su dimensión y enaltecimiento popular, no tiene por qué coincidir con la Iglesia profesional de los catedráticos e intérpretes oficiales de la erudición e investigación científicas. Esta interpretación es la verdadera y la que salva, redime y libera, aunque no sea rigurosamente bíblica.
Para los ecologistas, las palabras del Papa constituyen desazón y congoja. En unos tiempos en los que el amor a los animales es distintivo de cultura y de conexión con la naturaleza, y con la doctrina de Cristo, su descalificación sin qué ni por qué, se nos presenta como un misterio más, incomprensible e inútil. A quienes “religiosamente” tienen por símbolo un asno o un “borriquito”, habrá de suponerles una mortificación, solo admisible “en virtud de santa obediencia.. Son muchos los cristianos, eruditos o no tanto, que se sorprenden que hayan sido los mansos y pacíficos animales del portal de Belén y de sus aledaños, sobre los que haya recaído la revisión de los evangelios, y no sean, en idéntica proporción, los “pecados” de la sexualidad y no pocos comportamientos legales, parecidos, o idénticos, con las normas y disciplinas judaicas y con su “moral”. A muchos mas cristianos les sorprende que igualmente, y aprovechando la escabechina efectuada con la mula y el buey, no se hayan potenciado la doctrina y los mandamientos efectivamente evangélicos, como los relacionados con la justicia, la solidaridad y otros más comprometidos con la religión verdadera. No debe serle ajeno a ningún cristiano sea o no jerarquía, la desilusión y el fracaso que multitudinariamente ha llevado consigo la contra-mención papal en detrimento, y como cortina de humo para desviar la atención a a los verdaderos problemas que hoy tiene la Iglesia y de los que no son protagonistas ninguno de los animalitos ni por los Reyes Magos.