Opinión

Nacionalismo o el juego de la derecha

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Los libros de historia que escriben los ingleses, si bien suelen barrer para casa, no llegan al grado escandaloso que alcanza la Historia contada por nacionalistas de otros países europeos, que ha sido la dominante en los dos últimos siglos. Además, por su refinado distanciamiento de los problemas y por su claro estilo, los autores ingleses suelen mantener un tono equilibrado, razonable.


Ponen el acento, especialmente, en cómo el nacionalismo radical fue norma en el panorama europeo desde principios del siglo pasado, y cómo tal radicalización llevó a Europa a dos guerras ‘civiles’ y a una destrucción de proporciones inimaginables. Fascismo, nazismo, franquismo, esto es, los diferentes tipos de nacionalismos totalitarios, se adueñaron de la política, erradicaron las organizaciones populares, sepultaron el conflicto social y sometieron a todos a un mito, en cuyo altar se sacrificó bárbaramente la libertad y la democracia.

Habría que complementar esta análisis con el hecho, bien probado, de que el auge del nacionalismo se vincula a etapas de crisis sistemática. Ocurrió en los prolegómenos de la primera gran guerra y, sobre todo, a resultas del fiasco financiero del año 1929. Se puede colorear el mapa auropeo y señalar sin temor a error que allí donde la ‘gran depresión’ más se cebó, allí aparecieron los nacionalismos más virulentos.

En la década de los 70 del pasado siglo, cuando arreciaba la crisis de ‘estanflacción’-que en España coincidió precisamente con los estertores del franquismo- cualquiera que echara una ojeada al mapa de Europa podía contemplar el auge de los movimientos secesionistas en Bélgica, Córcega, Escocia y otros países, mas tarde en Italia, no siempre territorios ‘pobres’, y desde luego en España, que resolvió su propia tendencia centrífuga en un marco constitucional que declara la pluralidad de España, reconociendo la existencia de regiones y nacionalidades.

La actual crisis sistemática no iba a ser distinta. Entre sus muchas consecuencias, la reacción nacionalista que se propaga no es la menor. Porque cuando la incertidumbre se apodera de la economía, la recesión se agrava, el desempleo se hace masivo y el conflicto social aumenta, la llamada al nacionalismo es algo más que un acto reflejo.

La principal retracción nacionalista, en estos momentos, es la de Alemania, temerosa de que la crisis erosione la hegemonía que ha logrado; pero, por motivos distintos, se ha activado también la larga lista de reivindicaciones nacionalistas en distintos países de Europa, unas más acendradas que otras, entre las que se encuentra el nacionalismo catalán.

Más allá del movimiento identitario, e incluso más allá de los argumentos que relacionan democracia y autodeterminación, no hay que ser muy entendido para darse cuenta de que el desafío secesionista de Artur Mas responde al momento de crisis y al aumento de los movimientos de protesta. En Europa, los nacionalismos han tenido siempre una vitola burguesa, y el de Artur Más no es una excepción. De ahí que el señor Mas deje en la nebulosa a qué sociedad apunta, y si la nación que predica va a ser un país armonioso donde no habrá conflictos, los parados trabajarán, los bancos darán créditos, los desahuciados serán consolados; en una palabra, donde el conflicto social desaparecerá totalmente. El desafío de Mas, como si la reunión de la Moncloa encerrara un acuerdo, ha servido desde luego para reactivar el nacionalismo español (contenido hasta ahora en el marco de una Constitución que proclama, precisamente, un nacionalismo débil y una España plural). En cierto modo es un juego entre dos derechas, la catalana y la española, en donde ambas tienen algo que ganar y se retroalimentan, al tiempo que se quitan de en medio el enojoso asunto de encarar las políticas antisociales que ambas practican con convicción. La izquierda no debería caer en esa trampa. Tiene que insistir en que la cuestión nacionalista es secundaria respecto a la crisis social que esta afectando a la inmensa mayoría de la población española y que se ve reforzada por las políticas que aplican igualmente los señores Rajoy y Mas.