OPINIÓN
ALFREDO FERNÁNDEZ | Miércoles 22 de octubre de 2014
La noticia corría como la pólvora. Los hermanos Rivera se retiran de los ruedos. De manera inesperada, Cayetano decía adiós en Hellín después de una temporada bajo mínimos. El pasado sábado, su hermano mayor, Francisco, se despedía prácticamente en silencio en Zaragoza. Toda una sorpresa.
El invento de Cayetano estaba visto para sentencia. Su escaso compromiso, el no dejarse ver por las grandes plazas, su poco poder de convocatoria y su pobre balance artístico de estas dos últimas temporadas hacían presagiar un final como este. Le falta además el motor suficiente para competir en las grandes plazas con compañeros que aprietan el acelerador tarde tras tarde. En su corta carrera ha tenido actuaciones buenas, no lo negamos, como aquella de Barcelona en la reaparición de José Tomás, pero mantenerse y seguir el ritmo es otro cantar. Su mente está ahora en otras cosas: moda, desfiles, cine… En un futuro puede volver. Necesita coger oxígeno y tiempo para dar nueva vida a su corazón torero.
Lo de Francisco es diferente. Es todo un todoterrero. A pesar de la crisis, en este 2012 se ha vestido el chispeante 50 tardes. Tiene su circuito, su cartel mediático. Últimamente le daba igual pisar una talanquera que una plaza grande siempre que se le respetase su buen dinero. Con su particular estilo, su poco compromiso y una bien depurada técnica, era capaz matar dos toros sin despeinarse. Una pena que la raza y casta de sus inicios quedara diluida por seguir un sendero más populista.
Aún así, esta temporada ha llevado menos público y su nombre comenzaba a desgastarse. Visto lo visto, ha preferido irse por la puerta grande antes de que su cotización entrase en caída en libre. Puertas grandes, dicho sea de paso, que jamás ha cruzado en plazas como Madrid, Sevilla o Bilbao. Con todo, es un tipo inteligente y ya lleva años buscándose la vida dentro y fuera de lo taurino. Quién sabe si también acabará volviendo.