Opinión

Lucharon siempre por los de abajo

Eric de la Cruz - Colectivo Rousseau

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
En los últimos días nos han dejado para siempre dos intelectuales de izquierda a los que personalmente tenía mucha estima, Paco Fernández Buey y Luis Gómez Llorente. Al primero tuve ocasión de conocerle en la Universidad de Verano en un curso sobre Gramsci (luego publicaría ‘Leyendo a Gramsci’) y disfruté como nunca con ocasión de un debate sobre el laicismo en una mesa en la Casa de Asturias en la que con Llorente estaban Bustelo, Santesmases y Salazar, que acababa de publicar el libro ‘Desigualdades Internacionales’.

Si Fernández Buey nos ponía sobre la pista de los herederos de Marx en el primer ‘Topo’, Llorente nos dejaba en la editorial Cuadernos para el Diálogo ‘Aproximación a la Historia del socialismo español’; y si Paco Fernández nos deja a ‘Marx (sin ismos)’, Gómez Llorente profundiza en la ‘Escuela Pública’ en otro libro genial de la Fundación Pablo Iglesias.

Hace un par de años y a propósito de un aniversario de Manuel Sacristán, pedimos al concejal de Cultura del Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial una sala para analizar su obra y teníamos prácticamente comprometida la presencia de Fernández Buey, que era el que mejor conocía su obra y al personaje. Pero claro, en San Lorenzo sólo se permite el salón de actos a la Asociación de Abantos.

Cuenta José Martínez Cobos que una tarde del 14 de abril de 1961, cuando el PSOE celebraba su cuarto congreso en el exilio, Llorente defendió una ponencia de la Agrupación Socialista de Madrid en contra de las tesis de Indalecio Prieto. Era la primera vez que un delegado se atrevía a contradecir a la Dirección en un congreso. Y nos dice Salvador López Arnal, que a Paco Fernández por su actividad en el Sindicato Democrático (Universidad de Barcelona) le tocó hacer la mili en El Aiún, y que en los tiempos de la revolución posible era capaz de mostrar la viva imagen de la sensatez. De una sensatez de entonces, distinta a la que se puede encontrar hoy, cuando se pensaba que tumbar la dictadura era instaurar algo parecido al socialismo.

Ambos tenían en común no ser sectarios, respetaban las diferencias y eran conscientes que sólo con la unidad con los sindicatos podría avanzarse hacia una transformación social de la sociedad. Conocieron personas y compañeros ligados a su época que, posteriormente, serían ministros, subsecretarios, directores generales, pero ellos no pudieron aguantar las puñaladas cainitas de los partidos políticos y, desde su ámbito ideológico, se marcharon sin ruido, sin protestas, casi disimuladamente. Eso sí, se fueron siempre honrados y lucharon cada uno por los de abajo.

Ahora que tanto se habla de desafección en cuanto a la política, está claro que ni a Luis ni a Paco se les puede achacar esta cuestión. Si hubiera habido más como ellos otro gallo nos hubiera cantado.