R. Blanco Valdés
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La libertad de prensa es algo sustancial en democracia. Sin ella no podemos vivir más que en una apariencia de libertad. Durante muchos años se fue construyendo el verdadero poder de los medios de comunicación hasta el punto de configurarse como uno alternativo, y supuestamente distinto, al legislativo, ejecutivo y judicial, acuñándose la expresión de cuarto poder. La capacidad de los medios de comunicación de conformar opinión y, en consecuencia, influir decisivamente en el voto ciudadano, generó la obsesión del poder por controlar los medios. ¿Cómo hacerlo? Pues de manera directa a través de los editores. Pero no es la única. Ni siquiera, quizás, la más afectiva.
Los propietarios y directores de los medios, en algunas ocasiones de forma tan evidente que chirriaba, se dieron cuenta, a su vez, que acercarse al poder, alabarle y contribuir a su victoria proporciona ingresos económicos directos e indirectos. Algunos grupos derivaron a centro de negocios dejando la labor de informar apartada un tanto.
Me di perfecta cuenta de ello. No por análisis intelectual sino como suelo decir, por experiencia directa. Secuestrando la “información” del medio se secuestraba la democracia. Así de simple. Recordar que en aquellos días ni internet ni las redes sociales habían aparecido en escena. Precisamente por ello para evitar ese secuestro, decidimos iniciar una política de participación en medios de comunicación social, lo que, como es natural desató las iras del Sistema.
Bien, pero existe otro medio más expeditivo: comprar periodistas. ¿Se venden? Pues algunos sí, claro. En todas las profesiones se pueden encontrar personas que son capaces de ‘arrendar’ su dignidad a cambio de ciertos platos de lentejas. Quizás el ejemplo mayor, pero no el único que he conocido sea Ernesto Ekaizer, y lo digo por la frase que me dijo el propio Jesús de Polanco, ya fallecido, de que era su hombre para “los trabajos sucios”. Pero, ¿existen trabajos de este tipo en los medios? Claro. El poder los impone. Y si tomamos en consideración que la estructura de muchos medios de comunicación, sobre todo escritos, es deficitaria y que no pueden subsistir sin “ayudas” oficiales, se entenderá que para sus gestores ese tipo de “actuaciones” se convierten en uno de esos “inevitables”, que, “aunque no gusten nada”, no queda “más remedio” -dicen compungidos- que abordar. Al final parece que lo hacen en defensa de la empresa, los trabajadores, sus familias... Lo de que el fin justifica los medios, o algo parecido... Un tanto cínico, pero si cuela...
Ayudas a los medios
Por ello, la clarificación del panorama mediático actual pasa por describir el tipo de ayudas directas o indirectas que el poder concede a los medios. Una de ellas, por ejemplo, puede consistir en potenciar que se le concedan líneas de crédito por los bancos susceptibles de recibir influencias políticas y luego pedir que sean generosos a la hora de ejecutar el crédito, consiguiendo aplazamientos, reducciones de tipos... En fin, todo ese mundo que conocemos. Es un imperativo democrático conocer los créditos que las cajas quebradas han concedido a los partidos y a los medios de comunicación social, y no solo concedido sino seguir su trayectoria, el comportamiento de esos créditos a lo largo de su vida, las garantías, la suficiencia de ellas, la cobertura del riesgo, la razonabilidad... En fin, ese mundo que se aplica implacablemente a las empresa y familias españolas.
Pero, además, y al lado de esto, existen periodistas que pueden percibir remuneraciones directas e indirectas desde el poder o desde sus terminales en los partidos políticos. No debe escandalizarnos en exceso. Sucede en todas las profesiones. Los periodistas denuncian la corrupción. A veces no miran en sus propios entornos. Lo de la paja y la viga, ese viejo dicho, es en demasiadas ocasiones un anatema preciso. Lo malo es que los periodistas de opinión que escriben o hablan al dictado es que se les nota demasiado. Bueno periodistas y no periodistas, que de todo hay en la viña del Señor. Quieren poner tanta diligencia en agradar a su mentor, a su protector, al financiador de sus gastos extra, que se pasan unos cuantos pueblos. Al final, sus escritos son una sucesión inconexa de insultos. Los argumentos serios, el debate, las ideas brillan por su ausencia, Ello se traduce en una pérdida de credibilidad. Da pena ver cierta plumas inducidas al servicio de unos puñados de dólares, pero haberlas hailas -como as meigas- y uno que tiene experiencia en esto porque lo ha visto de cerca las identifica en los primeros compases de sus “productos” publicados. Algún día hablaremos de lo que un amigo mío llamaba “la operación voz” con periodistas. Muy interesante.
Un saneamiento de la libertad de información pasa por traer a la luz ciertos comportamientos. Me refiero a conocer qué personas que escriben y hablan, sea en la dirección que sea, lo hacen por sus ideas, convicciones, opiniones puras y cuales son solo empleados del poder, sea cual sea su careta, que arriendan su pluma y su dignidad. No será fácil, pero no es imposible. Por cierto, en algunas ocasiones ciertos periodistas pasan de atacar a muerte a alguien a defenderlo con capa y con espada. ¿Cambio de opinión? ¿Mejor conocimiento de la realidad? Puede ser, puede ser...
Miedo a la verdad
Estamos en las puertas de un saneamiento de la sociedad muy profundo. Llegará. De eso estoy seguro. Es demasiada basura acumulada. El ambiente se convierte en irrespirable en muchos lugares. El asunto es que lo saben y tratan de retrasarlo. Temen ser descubiertos. Ese es el gran motor de estos días: el miedo a la verdad. Saben que mientras controlen el poder las mentiras quedarán embalsadas, pero si alguien tiene la capacidad real de desenterrar las patrañas, las mentiras, las conspiraciones, los ‘arrendamientos’ de pluma y voz, lo que puede salir a la luz les asusta. Y no se dan cuenta de una cosa: hay tanto por hacer en el futuro que consumir energías en el pasado es una pérdida de tiempo. Pero claro, si queremos construir un futuro en paz tendremos que limpiar ciertas zonas, aunque no nos guste. Por eso hablo de auditoria de las libertades: Justicia, Administración Pública, Medios de Comunicación, Partidos... Pero de eso se encargarán especialistas. Los demás a tratar de mejorar esta sociedad nuestra cada día más aturdida, miedosa, frustrada e irritada con la clase política, financiera y sus terminales mediáticas.