OPINIÓN
ALFREDO FERNÁNDEZ | Miércoles 22 de octubre de 2014
Adolfo Martín se va recuperando. Los grandes destrozos producidos por un toro de su propia ganadería hacen que la recuperación sea lenta. Más de lo que todos quisiéramos. Una inoportuna infección en la sangre ha hecho que no pueda abandonar todavía la UCI del hospital de Badajoz.
Siempre cuesta hablar de la desgracia o de la cogida de un torero, o, como ha ocurrido en este caso, de un ganadero con letras de oro. De un amigo cuesta todavía mucho más. Adolfo es un hombre bravo, que vive por y su para su ganadería. Los que no le conozcan posiblemente no sepan del lado más noble y humano de este ganadero de Galapagar. Una persona íntegra, amigo de sus amigos, un hombre cabal que volverá a estar al lado de los toros que cría con tanto cariño.
Adolfo ha sufrido lo que no está escrito cuando las cosas no le han rodado, o ante el mal de lo ajeno. Pone el corazón y el alma en criar el toro bravo con el que sueña.
En estos duros momentos todos tenemos que estar a su lado. Así se está haciendo. El mayor consuelo que le debe quedar en estos momentos son las muestras de cariño y apoyo que está recibiendo de las miles de personas que le dan aliento y su recuperación.
Pasión y vida
Adolfo siempre en guardia. Siempre al acecho. El campo y los toros, la mayor pasión de su vida. Una vida que a punto ha estado de segarle un toro con el hierro de su ganadería.
La de ganadero posiblemente sea la profesión menos reconocida de todas. Muchos están sufriendo accidentes muy graves, como el de Adolfo o del también querido amigo Hilario Serrano, tristemente corneado por un toro a finales del pasado mes de julio.
Ahora Adolfo Martín Gómez, su hijo, que está sacando la raza que le ha inculcado su padre, está al pie de una ganadería que su progenitor puso en lo más alto de la cabaña de bravo. Su padre volverá al campo, que es la razón de su vida, eso está por seguro, pero mientras tanto, el testigo le corresponde.