Opinión

Cardenal perplejo

Antonio Aradillas | Miércoles 22 de octubre de 2014
Perplejos nos quedamos hace unos días no pocos españoles, también cristianos, al conocer el comentario efectuado por el Secretario del Estado Vaticano, hoy “segundo” del Papa y posible sucesor de Benedicto XVI.

El Eminentísimo don Tarsicio Bertone, al tener noticia del fallecimiento de don Gregorio Peces Barba, manifestó públicamente “sentiré perplejo” al comprobar el reconocimiento y el dolor expresados por los medios de comunicación nacionales. Como una de las más estimables, edificantes y cristianas obras de misericordia es “enseñar al que no sabe”, es obligatorio destacar algunos de los capítulos de la vida del señor Peces Barba.
  • Gregorio fue democráticamente elegido (la democracia no parece tener suficientes devotos en la Iglesia), como presidente del Congreso de Diputados de España -una de las máxima autoridades nacionales-, exactamente en unos tiempos en los que la sociedad y la política demandaban a grito abierto ponderación, sensatez, capacidad de reconciliación y respeto entre unos grupos y otros, entonces con graves heridas todavía recientes.
  • A Gregorio y a otros expertos en leyes, se les recomendó la delicada tarea de redactar la obra magna de la Constitución Española aún vigente, que actúa como reguladora positiva de vida y progreso, modelo para todos los países que habían pasado por trances similares.
  • La labor docente de Gregorio Peces-Barba es digna de ponderación en sus más altos niveles, inspirador y rector de centros universitarios, ubicados precisamente en zonas madrileñas, en las que hasta entonces la universidad había estado ausente. Los frutos son bien patentes, con el glorioso añadido y complemento de que su esquema se repitió y repite en otras poblaciones del entorno madrileño.
  • El reconocimiento público de dolor por la muerte de Peces-Barba, manifestado con generosidad y veracidad por intelectuales y políticos de tantas y tan diversas tendencias, ni es justo ni elegante que sea descalificado por miembros de la Iglesia, sean o no cardenales. Tal vez lo más grave de esta desconsideración sea la comprobación de que las fuentes informativas de las que dispuso el cardenal para el empleo del término “perplejidad” precisen ya, y con urgencia, una profunda, ética y profesional revisión.
  • A propósito del juicio desfavorable emitido por el “segundo” del Papa, huelga recordar que la tarea definitiva de juzgar a las personas es de competencia exclusiva de Dios, que en Cristo Jesús, es y actúa siempre como padre y salvador.
  • De la condición y calificación de “cristiano” de la que fue y es merecedor Peces-Barba podrían testificarlo los miembros de los grupos católicos democráticos muy eficientes y representativos de aquellas calendas, posteriores al conocido como “Contubernio de Munich”. Yo mismo certifico el riesgo que afrontó al intervenir como abogado defensor de la causa promovida por los jueces eclesiásticos contra mi, al publicar el libro “Proceso a los tribunales Eclesiásticos”, con pleno conocimiento de causa y al dictado de su conciencia como cristiano cabal, contra los procedimientos “curiales” oficiales, sobre todo en las causas de nulidades matrimoniales reservadas a los poderosos, cuando España carecía de ley de divorcio civil de ley de divorcio civil.