Alfredo Fernández
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Se nos ha ido Francisco Fernández Ochoa. Todo un campeón del deporte. Un hombre que marcó historia en este país en una época distinta. Un tipo excelente, deportista, campechano, directo, natural, irónico y, cómo no, un extraordinario aficionado. A nadie dejaba indiferente. Era como era. Te gustaba o no. Con personalidad. De pueblo y a mucha honra. Tuve el honor de conocerle. De charlar, de debatir y de pasar ratos hablando de su pasión y de la mía: los toros. Su segunda vocación. Su amor por la fiesta. Defensor y seguidor de ella. Porque “Paquito” se sentía torero. Se recreaba. Lo vivía. Se entusiasmaba. Le enamoraba. Pedazo aficionado y excelente aficionado, tomaría parte en muchísimos festivales benéficos. Mismamente aquí en Collado Villalba en 1997, toreó uno para obtener beneficios para la parroquia. También en Chinchón, pero sobre todo y durante más de una década en su pueblo del alma, Cercedilla, en el festival que se hacía en favor del club de mayores de la localidad y donde siempre participó. Lo recuerdo con nostalgia como si lo viera. Uno que tiene sus raíces parrás lo vio muchos años de la mano del abuelo en los años 80 y principios de los 90. Con su vestido corto gris clarito. Siempre con botos. Su sombrero de ala ancha. Su capote de vueltas azules toreando de forma superior. Con una forma física espléndida. Desorejaba al novillo cada año. Siempre era el último en el cartel y los aficionados lo esperábamos con ilusión. Era un clásico. Lo fácil es decir que era muy bueno, pero es que en realidad toreaba con gusto y manejaba los engaños con soltura y limpieza. Alternaba con matadores, ganaderos o novilleros, y casi siempre les pegaba un baño a más de uno. Tenía raza y “Paquito” se crecía ante su pueblo en tardes que siempre recordaré.
Pero ese toro negro y cruel del cáncer se lo ha llevado para siempre. Lo ha lidiado con guapeza y majeza sin venirse abajo, con gallardía como el gran deportista y torero que era. Pero ese “toro” ha sido cobardón y en un descuido se lo ha llevado para siempre. Nos ha dado un ejemplo. Ahora nos queda su recuerdo. A Paquito los del toro le debemos una ...Hasta siempre, ¡torero y campeón1. Descanse en paz.