El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
No pierda del tiempo. Caso de tener hijos en edad de decidir, no les insista en que sean universitarios ni que se empeñen en estudiar FP. Que no pierdan el tiempo, que el futuro está en convertirse en asesor, no importa de qué. Importa de quién, que diría Shakespeare.
Lo normal es que se empiece aspirando a ser asesor de concejal de pueblo. Tampoco es mala cosa, al menos inicialmente, apañarse con serlo de un gerente de cualquier cosa pública. Pero en fin, el primer paso debe darse siendo asesor de cualquier edil de pueblo. Por orden, claro. Primero tanteando en aquellos de menos de 30.000 habitantes, que son los más apetecibles, porque aquí pasa algo parecido a lo que les sucede a los aspirantes a matadores de toros, que se empieza matando ‘fieras’ hasta llegar a figura y, a partir de ahí, toros de plastilina; quiero decir con ello que para llegar es necesario estar placeado y para ello nada nada mejor que un pueblo pequeño para entrenarse esquivando las cornadas directas de la envidia, los bulos desestabilizadores, las sospechas, los favoritismos, etc.
Dado el primer paso, y como lo local suele ser efímero a pesar de las dificultades, la siguiente meta está en lo provincial y/o autonómico. Ahí es donde empieza la gloria, que no es otra que haber llamado la atención de los que manejan el cotarro, muchos de ellos desde la sombra, como debe ser.
La enorme ventaja de los asesores que no tienen por qué ser políticos es que no tienen fecha de caducidad. Los políticos sí, y ellos lo saben. Responsabilidades tampoco tienen, con esto no quiero decir que los asesores las tengan. No las tienen tampoco,aunque si los chanchullos y las incapacidades terminan cristalizando, es posible que sus nombres acaben protagonizando las noticias de los medios de comunicación, aunque está teóricamente incluido dentro de su generoso sueldo.
Frivolidades aparte, lo de los asesores, dada su trascendencia, debería encauzarse reglamentariamente, colegiarse. Sería la forma de encauzarse como carrera de futuro. ¡Pues no sería nada crear una Escuela de Altos Estudios Asesoriales! ¿Y una Diplomatura de Asesores Provinciales? Para las ciudades de menos de 30.000 habitantes bastaría con un PPO idéntico al de los poceros, porque al fin y al cabo a estos ‘diplomados’ sólo se les exigiría que conociesen a fondo las cloacas de la cosa pública.
Piénselo y empiecen a organizar manifestaciones, no tipo Sánchez Gordillo, sino sin acojonar a nadie, en plan pacífico, buscando lo original. Empiecen diciendo que no se pretende producir nada, ni siquiera fantasías -para eso ya están los partidos políticos-, y digan simplemente: “Queremos vivir del cuento”. Esperemos que, por una vez, diciendo la verdad, alguien convezca a alguien.