El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Los economistas nos hemos dedicado a predicar eficiencia o equidad a quienes nos han querido oír. Stigler (1981) llegó a la siguiente conclusión: los predicamentos de los economistas son bien recibidos cuando dicen lo que la sociedad quiere oir.
Esta lección está de plena actualidad porque cada vez, a nuestro alrededor, brotan como champiñones predicadores proclamando los mensajes que la sociedad necesita para seguir viviendo como si no pasara nada. Así se justifica seguir gastando como se justifica que fumar es sano: con razones sesgadas, verdades manipuladas y argumentos falaces.
La austeridad, por más que nos machaquen una y otra vez, no es una virtud de nuestro gobierno. No se ha reducido verdaderamente el gasto, no se gestiona con austeridad. Se han hecho ‘recortes’ testimoniales, pero no se ha reducido todo lo que se podía reducir. La razón que muchos aducen es que no es suficiente, que con eso no tenemos ni para empezar. Y a continuación, nos suben los impuestos, para recaudar una cantidad con la que tampoco cubrimos el agujero de la deuda. Pero ahí no ponen pegas.
Para vergüenza mía, de algunos colegas (y amigos) y de mis maestros que me han enseñado a ser honesta también como economista, la mayoría de la profesión en España predica un reblandecimiento de las medidas de austeridad, esa inexistente austeridad. En lugar de pedir restringir gastos de verdad empezando por los superfluos, fomento de la actividad empresarial, no penalización del ahorro, etc; mis colegan aconsejan gastar más en educación y sanidad, cobertura para inmigrantes sin papeles, por más que eso signifique saltarse la ley, y todo tipo de impuestos y penalidades para el loco al que se le ocurra ahorrar para invertir en este país. Y no sólo eso. Que quien tenga dinero en cuentas de fuera sea castigado igualmente. Dentro de nada van a penalizar a quien piense siquiera en montar una empresa. La zanahoria de estos consejos, lo que atrae tanto al público es que estamos en una situación difícil, con cada vez más parados y mucha gente que pasa penuria y ha de acceder a comedores sociales. Pero, además, sobre todo, estamos en un estado de alarma respecto a lo que viene por delante. Y en esa situación es fácil atacar al que gana dinero honestamente. Porque el que lo gana deshonestamente, no lo cuenta.. Y aunque lo haga no le pasa nada, Con suerte con mucha suerte, lo devuelve y punto. El lucro, sin duda, es la mayor vergüenza de nuestra nación.