Opinión

El juego de los recortables

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Antes de nada, un apunte: si desde el Gobierno que preside Mariano Rajoy se dijo que se trataría de evitar puentes desmedidos, pasando festivos a los lunes con el objetivo de aumentar la productividad, ¿por qué no se ha aprovechado esta semana para estrenar esta medida que los empresarios vienen demandando desde hace tiempo? En realidad da igual. O eso deben pensar los más de 5,5 millones de personas que esta semana se encontraron con un Día del Trabajo que ya quisieran ellos, mientras la crisis se perpetúa en nuestras vidas y amenaza con quedarse por unos cuantos años.

Los sindicatos salieron a la calle con renovados bríos, después de haber permanecido en barbecho durante la etapa socialista. Ahora, una vez que el PSOE está fuera de la Moncloa, UGT y Comisiones Obreras han recobrado la voz y se han alzado de forma definitiva contra el Partido Popular. Tiene gracia que pidan a Esperanza Aguirre que deje de insultarles, cuando fue precisamente uno de sus dirigentes en Madrid quien se refirió a la presidenta regional como “reliquia cañí del tardofranquismo”. Queda claro nuevamente que lo de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio es algo que nunca pasa de moda. Es el mismo caso que, por otra parte, se vivió en Collado Villalba con las amenazas y descalificaciones al alcalde por parte del representante de UGT en el Consistorio, sin que sus superiores se hayan dignado en desautorizar una actitud reprobable desde todos los puntos de vista. Ellos, en todo caso, a lo suyo, como en Galapagar, donde el Ejecutivo que encabeza Daniel Pérez no ha podido negociar la jornada laboral con los representantes sindicales. Ahora, claro, no faltarán las acusaciones de que actúa de forma unilateral y a través de un decreto de Alcaldía, como si ese no fuera el único camino que han dejado al Ayuntamiento. Situación semejante a la que se vivió en la negociación entre la patronal y los sindicatos, obligando al Gobierno a aprobar una reforma laboral que, en esos momentos, era la única salida posible. Sus resultados, por cierto, habrán de evaluarse en unos meses y no ahora, como de forma precipitada e interesada se han apresurado a hacer desde UGT y CC OO.

En este mismo contexto, la propia Esperanza Aguirre señalaba que lo único que podía pedir a Rajoy & Co. es que recorten aún con mayor decisión. Y ponía algunos ejemplos. Entre ellos el que quizá se materialice antes es el de los peajes en algunas carreteras madrileñas, caso de la M-45 o la M-501. Otro, ya recurrente, es el de las titulaciones de postgrado. Y uno más es el los hospitales, en donde dijo que puede que haya que pensar si deberían volver las habitaciones dobles frente al logro de las individuales. En todo caso, y más teniendo en cuenta que la sanidad es uno de los capítulos en donde Aguirre se ha anotado más tantos a lo largo de sus mandatos en la Comunidad, matizó que esperaba no tener que llegar a poner en práctica esta última medida.

Que los tiempos de bonanza han pasado es algo que todos los ciudadanos tienen meridianamente claro. Y que tendrán que llegar más recortes, por mucho que nos pese, también parece evidente. La cuestión está en dónde meter la tijera. En este desdichado juego de los recortables podremos seguir quitando de aquí y de allá, pero lo que de verdad supondría un cambio importante sería el replanteamiento del actual modelo autonómico, que para algunas cuestiones se ha mostrado ciertamente eficaz, si bien en otras ha sido y sigue siendo ruinoso, permitiendo la creación de miniestados en donde cada uno ha querido más que su vecino, mientras que la Administración local, la más cercana a los ciudadanos, veía cómo se daban largas una y otra vez a la necesaria reforma de su sistema de financiación, tema que en este momento, cuando no hay de dónde financiar, parece fuera de las prioridades de la agenda política.

Es lo que hay, ni más ni menos. Y desgraciadamente es lo que habrá durante una buena temporada. Pero se trata también de reconducir la situación y de actuar con amplitud de miras, sentando las bases para que la próxima crisis, si alguna vez conseguimos salir de esta, no nos alcance de forma tan grave, creando una economía sólida y no con pies de barro, de modo que no se lleve por delante millones de puestos de trabajo, conduciendo a innumerables familias a una situación dramática. Sólo sumando esfuerzos y evitando actitudes irresponsables podremos invertir la tendencia.