Opinión

Lo mejor de Erasmus

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Se cumplen ahora 210 años de la muerte de Erasmus Darwin, santo patrón de la beca que lleva su nombre. Erasmus fue notables científico de la época y figuró entre los médicos británicos más reputados.

El propio rey Jorge III le pidió incluso que se convirtiera en su médico de cabecera, oferta que Darwin declinó, sabedor de que los monarcas se fracturan constantemente. Y con esto no quiero que miren hacia nadie en particular. El caso es que a Erasmus le iban más otras cosas. Permaneció en Lichfield (Staffordshire) y compaginó la Medicina con una acendrada vocación científica, destacando en Física, Química, Geología y, en general, todos los aspectos de la Biología. Además fue aceptable poeta en lengua inglesa, algo poco meritorio pues es idioma fácil de rimar. (lean traducida cualquier letra de los Beatles y me cuentan). Lo notable es que Darwin escribió poemas sobre temas científicos, Botánica especialmente.

Gran investigador (suya es la frase “un tonto es aquel hombre que nunca ha realizado un experimento”) se adelantó a su tiempo y pronto cabreó como una mona a la Iglesia; algo que sólo había hecho antes ‘gentuza’ como Copérnico. Tal trayectoria familiar la remataría su nieto; Carlos Darwin, enunciando la Teoría de la Evolución. Lo mejor de Erasmus era que amaba gozar de la vida. Tuvo dos esposas, una amante entre ambas y dejó catorce hijos. Le pirraba comer y beber. Tanto, que hizo abrir un semicírculo en la mesa del comedor, para encajar su orondo estómago en el rebaje y seguir poniéndose cianótico. De modo que, si ven por ahí de ‘jarana’ estos días a chavalitos guiris, desmadrados y borrachos, piensen que están honrando a su patrón.