Opinión

La casta de los políticos

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
A veces da la impresión de que el español tiene una mala relación con el trabajo, de ahí la picaresca secular.

Entre los aspavientos progres, lo cierto es que vivimos en un sistema capitalista, pero aquí todo se va en entorpecer al pequeño y mediano empresario y en exigir, más allá de la razón, todo tipo de garantías: trabajo fijo, Seguridad Social puntera, vivienda, pensiones, prejubilaciones. ¿Y con qué dinero? ¿Quién genera la riqueza, si los que verdaderamente ganan dinero -los bancos y las grandes empresas-, lo evaden con sofisticadas ingenierías fiscales y no les pasa nada? Porque nuestra ley es la más permisiva y está hecha a mejor gloria del infractor. Por otra parte, el erario público (el dinero que usted y yo pagamos para que Hacienda seamos todos) se lo han comida nuestros representantes, esos políticos que han dado su dinero a sus amiguetes para hacer negocios que al final no han consistido en nada (más que en engordar sus propios bolsillos). O se lo han comido tapando la boca a colectivos conflictivos que extorsionan a los gobernantes para que mantengan indefinidamente a cientos o miles trabajadores sin trabajo pero cobrando salarios completos o casi completos, sin ninguna voluntad de reconvertir un sector laboral inviable. Me deprime un país donde los políticos son una casta intocable que nos roba impunemente y encima cuando pertenecen a un partido de izquierdas se permiten el recochineo de de moralizar proclamándose herederos legítimos de los que perdieron la guerra civil. ¿Y los representantes sindicales? Esos, curiosamente, viven del mundo del trabajo pero sin trabajar. Y esta falta de responsabilidad sólo tiene un calificativo: vergonzoso.