El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
En plena recesión económica, se afianza la compra de objetos de lujo. En 2011, el mercado mundial de productos de lujo aumentó un 10 por ciento. Un incremento impulsado por el gasto de turistas chinos y asiáticos que compran en Europa.
Prada, Cartier, Rolls-Royce o Hublot no conocen el significado de la palabra crisis.
El número de ricos ha aumentado a lo largo de los cuatro años de recesión económica. La última encuesta del Eurobarómetro desveló que en España hay ahora 16.000 ricos más que en 2009. Mientras, miles de españoles se enfrentan al paro, a las hipotecas, y las temidas facturas, un pequeño sector se enfrenta al dilema de cuál será el modelo de su próximo coche, reloj, barco o abrigo.
Cientos de concesionarios de gama media han cerrado en España. Sin embargo, el mercado de los coches premium fabricados en Alemania, como BMW, Mercedes o Audi, vive una época de máximo esplendor. La gran demanda de estos vehículos ha obligado a los fabricantes a aumentar su plantilla e incluso a continuar la producción durante los fines de semana. BMW vendió el pasado septiembre casi 160.000 vehículos, 16.000 más que en el mismo mes del año pasado. Rolls-Royce aumentó sus ventas un 31 por ciento en todo el mundo.
El mercado de los coches de alta gama no es el único que sobrevive a la crisis. La demanda de los viajes de lujo ha aumentado un 25 por ciento; la venta de relojes con un precio superior a 30.000 euros remontó un 19 por ciento el pasado año. Las pieles, los zapatos y la joyería también sortean la crisis y aumentan sus ventas.
El concepto del lujo ha cambiado. En época de bonanza económica se implantó el concepto de ‘lujo accesible’, lo que permitió la expansión de los productos de alta gama por todo el mundo. Ahora, el principal destino de los productos de lujo está en los países emergentes. Rusia, Brasil y China son protagonistas del crecimiento de este sector. El gigante asiático representa el 20 por ciento del consumo de productos de lujo del mundo. Una cifra que asciende cada día.
Las principales calles de Madrid y Barcelona, donde se encuentran las firmas que los venden, han visto cómo se multiplican sus establecimientos y sus clientes, al tiempo que, amparados en la noche, algunos vecinos en dificultades rebuscan en contenedores de restaurantes y de supermercados.
La recesión económica acentúa las diferencias sociales. Millones de españoles han perdido su empleo, su hogar y sus sueños. La especulación que produjo esta crisis ha enriquecido a una minoría mientras el resto de la población ve disminuido su poder adquisitivo, pierde su trabajo o le embargan su hogar. Son los trabajadores, acusados de vivir por encima de sus posibilidades, los que están pagando esta crisis.
El ciudadano común se aprieta cada día más el cinturón para llegar a fin de mes y cruza los dedos para no perder su empleo. Los ricos desembolsan cantidades ingentes en un Aston Martin, un Ferrari, un visón, una botella de champán o un tarro de caviar. No hay límites para un sector minoritario en el que la extravagancia y el lujo son elementos cotidianos.