El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Cuando en el año 2008 muchos países ya reconocían la crisis, Zapatero decidió dar el cheque bebé y los 400 euros y posteriormente puso en marcha el Plan E, que derrochó miles de millones de euros, nadie puede pensar que quería hundir España.
Cuando en el año 2010 decidió hacer el mayor recorte hasta entonces conocido, nadie puede pensar que quería fastidiar a los funcionarios y pensionistas. Ambas decisiones las tomó pensando que era lo mejor para España, se equivocó y por eso fue perdiendo el apoyo de los españoles y el PSOE lo pagó en las elecciones. Ahora Rajoy ha puesto en vigor la reforma laboral. Nadie puede negar que es el mayor recorte de derechos de los trabajadores que jamás se haya producido en la España democrática, pero nadie puede afirmar que Rajoy quiera perjudicar al obrero y beneficiar a los empresarios, no les debe nada. Ha tomado esta decisión porque le obligan y porque piensa que de no tomarla las consecuencias serían peores para los españoles. Puede que, al igual que Zapatero, se equivoque, pero de ser así ya se le pasará la factura. Los sindicatos se equivocan al convocar una huelga general. Si fracasa la participación será la puntilla para los sindicatos y si triunfa no servirá de nada, ya que el Gobierno no puede ni quiere dar marcha atrás, ¿Qué harán entonces los sindicatos? ¿Continuar con huelgas sucesivas hasta que España se convierta en Grecia? Al PSOE no le entiendo; un partido que ha sido y quiere volver a ser Gobierno, no puede alentar una huelga general, lo que debe hacer es proclamar a los cuatro vientos que cuando ellos lleguen al poder anularán la reforma laboral, y en el futuro, cuando lleguen las elecciones, los españoles ya decidirán quién tenía la razón.