Opinión

Los políticos y sus frivolidades

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Estamos tan convencidos de que esta crisis no será la última porque no ha sido la única, que no podemos pasar sin frivolidades. Ahora toca el revuelo que se ha armado por culpa del pezón de Jennifer, López se entiende, porque no conozco a otra Jennifer cuyo pezón merezca la pena.


La cosa viene de fuentes generalmente bien informadas. Se afirma que lo enseñó a su paso por la alfombra roja del Oscar. Pues no, señor, su estilista dice que no, vamos, que ni siquiera fue una estrategia publicitaria para ahogar los bodrios de los Oscar de este año, sino invención de las malas lenguas envidiosas, como siempre pasa con estas cosas. ¡Qué alivio se siente cuando el estilista particular demiente un infundio semejante!. Como está diciendo la ex vice, Fernández de la Vega, que nada de haber pasado por el quirófano rejuvenecedor, sino que se ha cambiado de peinado, que ha aprendido a pintarse los labios y que duerme más relajada. ¡Coño, como si la mala conciencia no desvelara!. Tampoco está claro que “Il Cavaliere” -apodado también como Silvio Berlusconi- haya dicho que “la política es un chiste”. este señor, honorable y discreto donde los haya, no es capaz de decir que la política sea tan inteligente como para elevarla a la categoría de chiste; a no ser, añado, que aclarara que sea un chiste con malísimos interpretes; sólo así tendría sentido que no nos haga ni pizca de gracia.

Esto último, evidentemente, tiene mucho que ver con el pezón, y aunque sean frivolidades servidas en el mismo plato, cabrean un pelín. Si lo primero es dulce y tiene la virtud de despertar la libido (lo demás es instinto animal), lo segundo es amargo y delata la categoría moral de un señor que ha gobernado un país durante muchos años hasta dejarlo empobrecido no sin salir él mucho más rico. Uno más entre otros.

Relacionar estas perlas sirve para aclarar la teoría -reformada- de la regla de tres: no hay dos sin tres. ¡Qué tiempos aquellos en que el pan sólo era pan y el circo sólo circo!. El progreso no es inocuo, sin sofisticación ya no se entiende. Para explicarlo están los estilistas, esos seres adorables que han sustituido a los filósofos y a los oráculos y forman parte de los pontífices, bien dando mítines o apareciendo en las televisiones impartiendo bendiciones. Bien mirado, salvo el hambre rampante, todo lo que nos rodea pertenece al género de las frivolidades; quiero decir que forma parte de la falta de respeto que los instalados tienen hacia los que formamos parte de la piara a contrapelo. “Se empieza por la disparidad de criterios y se termina agarrando una pancarta” -parece que piensan ellos-; otra alternativa no ofrecen. Es la versión revisada del pensamiento único. El de ellos, porque en efecto así es, basta que el ciudadano contribuyente ponga en duda lo que pregonan para convertirse en enemigo ‘in pectore’. Da igual la izquierda que la derecha. Es en lo único que están de acuerdo, en afirmar que son infalibles y que sus emolumentos son sagrados. No vayamos a joderla con revoluciones pendientes y justicias teledirigidas. A la vista está que los cedazos nunca son morales sino legales, de acuerdo con las leyes que ellos mismos se hacen a la medida.