Opinión

La sentencia de Garzón

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
El tema Garzón sigue de actualidad, lo que le complacerá dado su afán de notoriedad. De los tres procedimientos que tenía pendientes se ha librado de uno, el más feo, pues el Tribunal Supremo ha considerado que el posible delito ha prescrito;

queda pendiente de sentencia el más controvertido, y por el tercero, le han dado el pasaporte hacia el oscuro anonimato. Me llamó la atención el comunicado del juez Garzón rechazando ‘totalmente’ la sentencia que le condenó a 11 años de inhabilitación ‘por entender que no se ajusta a derecho’, ya que le condena “de forma injusta y premeditada”, añadiendo seguidamente que con ella se dio forma “a una sentencia que ya estaba anunciada hace meses”. Está claro que esta reacción, creo precipitada y más fruto de la ira que de la reflexión, carece de solidez y de rigor, pues no se comprende como la sentencia pudo ser “anunciada desde hace meses” cuando es así que el Tribunal que le condenó se pudo constituir solo después de haber sido admitidas varias recusaciones y, al final, quedar formado por magistrados de su agrado. ¿Qué no le han dado gusto? él sabrá por qué. He leído toda la sentencia y me parece bien construida, sólidamente argumentada, con copiosas referencias a la jurisprudencia que viene al caso; no deja ningún cabo suelto. Lo que queda fuera de la sentencia es la tesis de Garzón de que los jueces “deben estar contaminados (sic) por la sociedad”, como dijo en una conferencia en Nueva York que pudimos oír en televisión y que recuerda demasiado aquello del “polvo del camino” en las togas para justificar la intromisión de la política en el ámbito de la Justicia, como tampoco es admisible el alegato de que “yo creí” como razón exculpatoria. La soberbia en la sobrevaloración del “yo” e hijas suyas son la vanidad y la prepotencia. Pues eso.