Opinión

El machismo futbolero

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
En la lista de mis cien momentos futbolísticos favoritos se encuentra el siguiente: instantes previos al encuentro entre el Chelsea y el City. Hay expectación porque dos viejos amigos vuelven a encontrarse tras ‘aquello’. Son John Terry y Wayne Bridge.

En el momento del intercambio de saludos, Wayne mira fijamente a los ojos de John, le deja con la mano en el aire y saluda al niño que, protocolariamente, le acompaña. Wayne, ex del Chelsea que renunció a jugar en la selección para no tener que ser compañero de John, fue ovacionado por la parroquia de Stamford Bridge como nunca se aplaudió a un contrario. La masculinidad futbolera castigaba una trasgresión que el planeta macho no perdona: no te acuestes con la mujer de tu amigo. Una dulcificación del noveno mandamiento.

En la presentación de Cholo Simeone como entrenador con el Atlético despertó parecida expectación a la del partido de Stamford Bridge. Cholo se portó como un caballero, afirmó haber sido amigo de Caminero, director técnico del equipo, y, mientras el ídolo de la afición hablaba, parecía que Caminero buscaba la grieta por donde la tierra se lo tendría que tragar. Ambos jugadores llevaron a los colchoneros a un doblete histórico en 1996 y, sin embargo, Simeone es, tanto tiempo después, un héroe, un emblema, y a Caminero se le ignora. Porque el planeta macho rojiblanco cree-piensa-supone que el momento glorioso de su equipo fue truncado por uno de los jugadores más brillantes que ha pasado por el Calderón al meterse en la única cama que no tenía que haberse metido. Y esas cosas, aunque sean rumores -rumores de esos que corean 40.000 personas en una grada-, no se perdonan. Y los atléticos vieron, 15 años después, en la dignidad de uno y la vergüenza del otro, una confesión.