El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La noticia de la caída en desgracia de unas series televisivas de baja categoría moral ha sido vista por muchos como un anuncio de esperanza. Aunque su hundimiento no se deba tanto a que haya descendido el número de telespectadores, millones ávidos de basura para deglutir, para masticar barro y heces morales, infectados por el morbo, sí que han caído de la programación algunos ‘espacios’ porque por fin, ¡ya era hora! las firmas comerciales que ahí se anunciaban, han retirado el dinero de unas creaciones que les impregnan con su podredumbre.
El gran problema actual de nuestro mundo no es tanto la crisis económica sino la de valores, las mentiras y la avaricia que han dominado nuestros mercados, justificando comportamientos indignos de un ser humano, la venta a costa de cualquier precio, con tal de acumular ganancias en la bolsa propia. Por eso no sólo se necesitan reformas estructurales sino una vuelta a los principios éticos, a los valores morales. No todo vale igualmente. Esto es especialmente importante en el omnipresente mundo de la comunicación audiovisual y por eso, al fin, Telecinco ha sido castigado. Y lo más preocupante es que esto ocurra a la vez que salen a la luz pública encuestas donde se afirma que la exposición de nuestros jóvenes a la televisión es de cuatro horas al día, mientras que solo dedican hora y media a estudiar.
¿Hace falta algo más para entender por qué el sistema educativo quedó demolido? ¿Acaso no sobrevivimos relativamente bien ante las toneladas de basura mental con el que están infectando a diario nuestros hogares. Desde luego por este camino va a ser bastante difícil levantar el país.