El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Necesitamos un gobierno que crea de verdad en la Justicia, es decir que se tome en serio la necesidad de una Justicia independiente de los políticos y de las presiones, más o menos veladas, desde el partido de turno en el poder.
Con la Justicia pasa como con la televisión, que todos los políticos se rasgan las vestiduras ante la parcialidad más o menos oculta de los informativos de la cadena estatal y las cadenas autonómicas, para luego, cuando los mismos críticos acceden al poder, tratar de controlarlo aún más.
Soy de los que opinan que el problema tiene solución. Pero no es fácil poner remedio a la ilegítima e inmoral intromisión de la política y los políticos en el ámbito de la Justicia mientras aquellos elegidos para gobernar, es decir, para servir a los ciudadanos españoles, no estén sinceramente convencidos de que Montesquieu, por mucho que Alfonso Guerra lo considere anticuado, sigue estando vigente para quienes desean que los tribunales actúen con independencia. En una palabra, que hagan aquello para lo que fueron constituidos: Justicia no es otra cosa que dar a cada uno lo suyo.
Dentro de los problemas múltiples que la Justicia como institución que debería ser independiente de la Política plantea hoy en España, hay que señalar el caso flagrante de la politización del Tribunal Constitucional y su pretendida justificación para actuar por encima del Tribunal Supremo, y quizá también la excesiva pluralidad de tribunales superiores, uno por cada autonomía, por cuanto tal complejidad jurisdiccional pueda contribuir a desvirtuar el ejercicio de la igualdad ante la ley.