El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La preocupante cifra del paro -situada en el 21,5 por ciento (cifra de la EPA en el tercer trimestre)- que nos deja la herencia socialista después de haber negado la crisis hasta la saciedad, y una ministra de Economía negando lo evidente años después de haber empezado la misma, hace chocante que los sindicatos españoles, más parecidos hoy a un grupo de matones que se enriquecen con el mal ajeno, se molesten, o lo que es peor, se despreocupen ante la propuesta hecha por Mariano Rajoy y su partido, pactar otra reforma laboral.
No es de extrañar que con todos los regalos encubiertos que le han sido otorgados en estos años por el PSOE, con el cual UGT comparte su origen en 1988 e ideología socialdemócrata, o CC OO, que aunque vinculada al Partido Comunista de España, ha ido pasando a una organización también socialdemócrata, no quieren apoyar una reforma laboral contundente pero a la vez necesaria, aunque su deber como organizaciones sindicales debiera empezar apostando por un fuerte mercado laboral, mejorar la productividad y, por ende, mejorar el país y a sus trabajadores que, a día de hoy, muchos de ellos no disfrutan de un derecho primordial como es el trabajo.
Creo que no discreparemos demasiado en que la reforma laboral que organizó el Gobierno de Zapatero no fue más que una medida para intentar paliar la presión que ejercían la Unión Europea y los mercados, pero que hoy en día se hace evidente que no sirvió de nada, pues esa presión sigue existiendo y se agrava el hecho insoportable de aguantar a cinco millones de desempleados.
Los créditos impagados, que han hecho subir la tasa de morosidad de la banca hasta niveles catastróficos, y la falta de ingresos a las arcas del Estado y a la Seguridad Social, son dos de los ejemplos perniciosos para la economía española y el sistema financiero que, unidos a la falta de consumo por parte de los ciudadanos, hace que el PIB se encuentre a niveles decadentes y dramáticos. La CEOE, con una actitud arrogante, ha pedido a Mariano Rajoy que pase a la acción y deje de dar titulares. No obstante, el próximo presidente del Gobierno les ha pedido que para después de Reyes, por aquello de no meter prisa y fastidiar las vacaciones, tengan preparado un texto consensuado con los sindicatos.
Cándido Méndez, secretario general de UGT, ha asegurado que no se siente presionado por el plazo que le ha dado el futuro presidente del Gobierno, para alcanzar acuerdos en materia laboral para después de Reyes. De hecho, aseguró que aparte d elos plazos de su hipoteca, no tenía otros plazos. Además, indicó: “Dentro de la literatura esto no es lo más importante”, y aseguró que el actual marco de negociación colectiva “satisface suficientemente los problemas que puedan tener las empresas”. Es decir, es innecesaria otra reforma.
Las claves del éxito son relativamente fáciles de entender, pero difíciles de llegar a la unanimidad por parte de los sindicatos y patronal. Según Mariano Rajoy, se debe apoyar la flexibilidad al mercado de trabajo para incentivar la creación de empleo como abaratar el despido, descentralizar la negociación colectiva y que prevalezca el convenio de empresa negociado por empresarios y trabajadores, salarios en base a productividad y no a la inflación, hacer más fácil la contratación para reducir la temporalidad y la dualidad del mercado y reducir en la medida de lo posible la cuantía de los subsidios de desempleo que actualmente son un 45 por ciento superiores a la media de los países de la CEOE. Evidentemente, no son medidas que gusten y que nos alegren la vida, pero desde luego son necesarias. Cinco millones de desempleados son razones suficientes para llegar al consenso de una reforma laboral estable.
(*).- Siglo XXI.com