Opinión
ALFREDO FERNÁNDEZ | Miércoles 22 de octubre de 2014
El localismo es un clavo ardiendo al que se aferran toreros y ganaderos para meter la cabeza en su lugar de origen. Una oportunidad merece cualquiera y, si la cosa sale bien, queda muy bien volver a repetir en pro de una actuación brillante y un buen espectáculo. Viene todo esto a cuento del empacho que hemos padecido esta temporada de localismo taurino. No ha sido en todos los lugares, pero alguna ganadería ha repetido más que la morcilla, fracasando sistemáticamente.
Queda muy bien abrir la ventana y que entre el ámbito comarcal, pero que se mezclen con toreros y ganaderos de otra zona o región. La libre competencia, la apertura de fronteras y la universalidad de la Fiesta hace que todo tenga cabida y exista pluralidad.
Pero el exceso de localismo ha traído esta temporada en la Sierra varios fracasos. No es momento de señalar ni lugares, ni hechos, ni tampoco de herir sensibilidades, pero sí conviene una profunda reflexión. Posiblemente la Fiesta en la comarca hace 20 años era distinta. Durante tiempo es cierto que se cerró el cerco y no se brindaban oportunidades a los de aquí. Tampoco estaba bien, pero la embriaguez en este 2011 ha sido resacosa. Ha aburrido en exceso, la afición estaba habituada a otros espectáculos y en ocasiones ha podido ser contraproducente.
Quiero pensar que cuando las cosas no tienen buen resultado se suelen tomar cartas en el asunto. Ayuntamientos y organizadores tienen para 2012 el compromiso de apostar por la calidad, sea de donde sea, porque el precio de las entradas no conoce ni localismos y la afición puede perder las ganas de volver a la plaza. Esto no quita para que en esta zona tan prolífica en ganaderías no haya vacadas de mucha solera, predicamento y prestigio para estar presentes. Pero sí conviene combinar para dar calidad.