Opinión

Obscenidades en el lenguaje político

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La obscenidad se apodera del lenguaje y del pensamiento político. No debería sorprendernos. Es un proceso que se corresponde con la degradación moral que estamos empezando a sufrir en paralelo a la crisis económica. Las obscenidades en boca de la clase dirigente siempre han precedido a grandes convulsiones sociales y son uno de los primeros síntomas. Hitler y Mussolini, mientras fueron políticos demócratas, dijeron en público clamorosas obscenidades e insultaron a sus adversarios. Luego, vino lo que ya sabemos. Alguien pensará que este juicio es algo exagerado y que el mundo no está al borde de un estallido fascista, pero no es malo recordar.


Digo lo que antecede tras los supuestos insultos de Berlusconi hacia Ángela Merkel. Según cuentan los medios, el primer ministro de Italia habría dicho de la canciller de Alemania que es una “culona infollable”. El insulto estaría recogido en una grabación que, al parecer, obra en manos de la justicia como consecuencia de uno de los cinco procesos por corrupción y prostitución de menores que se siguen contra Berlusconi. No es la primera vez que éste habla despectivamente de las mujeres. En 2005, durante una visita oficial a Finlandia, reveló a la prensa que había desempolvado todas sus artes de playboy “para seducir a la primera ministra” de ese país y así conseguir su apoyo para que la Agencia de Seguridad Alimentaria instalase su sede en Italia. Las opiniones de Berlusconi sobre las mujeres responden a un esquema mental machista y reaccionario, y hasta es posible que escondan una abrumada incertidumbre sobre la propia virilidad. Un anciano de 75 años que utiliza proxenetas para llevar jovencitas a sus orgías, o que presume de haber cohabitado con ocho mujeres durante una noche, compone una figura ridícula. Y hay que sospechar que padece alguna suerte de priapismo farmacológico.

El deslizamiento de una parte de la clase política masculina hacia el pornolenguaje empieza a ser preocupante. El alcalde de Valladolid profirió unos comentarios sobre el grosor de los labios de la ministra de Sanidad, Leire Pajín, que veía como muy propicios para algunos usos lúbricos. Se organizó un lío monumental y el alcalde hubo de pedir disculpas, no sin antes hacerse la víctima de una imaginada persecución política. Y, recientemente, el cabeza de lista del Foro de Asturias en el Ayuntamiento de Oviedo, Arturo González de Mesa, ofendió a dos concejalas de su partido y a una tercera del PP, diciendo en público que una de ellas estaba ‘“mal follada” mientras las otras dos no padecían de lo mismo. Según el experto ojo del señor González de la Mesa, esa distinta condición saltaba a la vista. El comentario trascendió a la prensa y el supuesto autor de la frase se apresuró a negarla, aludiendo a la problemática audibilidad de una fiesta al aire libre, con baile y orquesta, y al respeto que le merecían las tres concejalas.

Nos falta por saber la respuesta de la señora Merkel al despropósito de Berlusconi. Aunque dada la distinta situación de fuerza entre Alemania e Italia nos tememos que quien tiene el culo expuesto a toda clase de asaltos es el dirigente italiano.