Opinión

Ley D’Hondt y reglas de juego

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
El mejor silenciador de la voluntad popular siempre será hacerla pasar por una fórmula matemática que casi nadie entiende.


Esto es, grosso modo, el espíritu del método D’Hondt, nuestro sistema de cómputo de votos y de nuestra ley electoral. Un procedimiento que respeta tu voluntad y la multiplica por dos o tres cuando deseas votar a cualquiera de los dos grandes partidos, que la divide por tres o cuatro si quieres votar al tercero en discordia y que prácticamente la anula si deseas votar cualquier otra cosa que quede, que no sea precisamente un partido de marcado matiz nacionalista.

Hay que reconocer que este sistema electoral nos ha proporcionado, al menos hasta ahora, una estabilidad sin precedentes, pero no es menos cierto que ha potenciado las tendencias nacionalistas hasta el límite de lo absurdo, que dichas tendencias siguen en progresión y que nadie tiene claro a estas alturas de la película cuál será su límite.

Pero lo peor es que este método de recuento electoral está asfixiando el nacimiento de nuevos partidos del siglo XXI capaces de hacernos pensar más como ciudadanos del mundo y menos con perspectivas locales. Y ha reducido cualquier comicio a tener que elegir, de dos opciones, la menos mala, aunque ya nos haya defraudado en más de una ocasión.

Me temo que nuestra clase política basa su poder en la dificultad de la gente en comprender una determinada fórmula matemática, pensada con fines ventajistas. ¿Verdaderamente podemos sentirnos representados con estas reglas de juego?