El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La temporada de fútbol se inició con la huelga de futbolistas y, ahora, con el silencio de las radios. Un minuto de silencio que sonaba a luto, pues pocas cosas hay más atípicas, más extrañas, que el mutismo radiofónico en las verdes praderas. Yo, que me crié en los tiempos en los que la radio reinaba, guardo aún el sonido de aquellos días, no sólo en mis oídos, sino en mi corazón.
Maravillosos días de radio que nos construyeron. El canon que la Liga de Fútbol Profesional pretende cobrar por las retransmisiones radiofónicas de los partidos ha provocado una jornada atípica, donde cada uno se las ingeniaba como podía. No es que los profesionales de la radio no estén acostumbrados a toda clase de equilibrios y ejercicios de funambulismo, que lo están, pero en este caso se las han visto con la necesidad de narrar lo que a duras penas veían, o lo que veían otros por ellos y se lo contaban, o simplemente, lo que alcanzaban a ver desde una terraza. Tal vez sea lógico que la Liga defienda su producto: producen fútbol (un show, después de todo) y el momento económico no es precisamente bueno. Este es, claro, el origen del conflicto. Pero está demostrado que es un grave error exprimir al máximo la gallina de los huevos de oro: podrían matarla. Y, más error aún, silenciar a los que con su voz han contribuido durante muchos años, a llevar la Liga española hasta los lugares más recónditos. Grandes periodistas de nuestra radio están entre los que han hecho y hacen este trabajo. No creo que se prohíba a un crítico hablar sobre el último estreno de cine. O sobre una exposición. La radio no transmite imágenes, lo mismo que un circo no reescribe un libro. No creo que el fútbol pudiera ser lo que es sin la memoria de tantos maravillosos días de radio.