Opinión

La televisión de todos

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
El Gobierno que preside Rodríguez Zapatero ha vendido machaconamente su reforma de RTVE como una de las joyas de su gestión durante una legislatura cuyo fin ni Rubalcaba ni Rappel se atreverían a pronosticar. Como en la Ley de Murphy, todo lo que es susceptible de ir mal, empeora. El caso de la política audiovisual del Ejecutivo socialista y de la radio y televisión pública por antonomasia, aprobada en 2006, ya es considerada como vieja, defectuosa e incompleta.


Tras dos presidentes a la fuga, Luis Fernández y Alberto Oliart, el Consejo de Administración de RTVE ha parido una ocurrencia digna de estudio para generaciones futuras que no mejoraría ni Gila en sus mejores tiempos: a la vista de que es imposible el consenso para el nombramiento parlamentario de un nuevo jefe, qué mejor que convertir el cargo en rotatorio, con periodicidad y caducidad mensual. Lo que lee. Pero no se vaya, que aún hay más y mejor. Los 11 integrantes de fenecido ente público han acordado por sorteo -sí, sí, por sorteo, como en el bingo o en el reparto de viviendas de VPO- quién de los 11 es el primero en ocupar del despacho de mandamás o el que va a cortar el bacalao en los próximos 30 días. Tras el primer presidente por accidente, el segundo y lo sucesivos se irán incorporando mensualmente en función del orden alfabético de sus apellidos. O sea, que hasta que dure el experimento, como en los McDonald’s, nombrar al empleado del mes y colocarle el reconocimiento en la solapa del traje de faena. Como guinda al pastel, los presidentes de RTVE no tendrán carácter ejecutivo -porque lo impide la normativa legal- y su responsabilidad será sólo de gestión. Es decir, sí pero no: un máximo responsable del Ente Público por sorteo, con fecha de salida y sin capacidad para tomar decisiones por sí mismo. En los despachos enmoquetados de las cadenas de la competencia se mueren de risa. Y no es para menos.

En Prado del Rey y Torrespaña no se merecen un culebrón como éste con olor de interinidad en tiempos de crisis, una etapa en la que hacen falta ideas nuevas y arriesgadas y no pastiches. Ahí está la BBC, con un nuevo ejemplo a seguir, como es colocar en pantalla la carta de ajuste de madrugada en su programación para ahorrar costes. Vamos, lo mismo que aquí.

Quizá estas cosas tan extrañas en RTVE ocurran por haber dejado meter mano en la redacción de la ley del año 2006 a demasiadas personas con despacho en cadenas privadas, empresas de comunicación y productores. Pero no se preocupen, la radiotelevisión pública saldrá de esta. Siempre ha sido así, aunque la Primera tenga que hacer otra travesía por el desierto como segunda cadena más vista de España. El veranito de liderazgo de Telecinco (era lo que nos faltaba en este país) ya no tiene vuelta atrás.