Luces y sombras
Manuel J. Ortega
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Pese a que nuestra teoría, ya expuesta, sobre las connotaciones conspirativas que han rodeado la crisis desatada en el seno del Ejecutivo de Torrelodones no sea aceptada por algunos, ratificamos nuestro diagnóstico. No creo que uno tenga que considerarse un lince para darse cuenta de que el objetivo de quienes participaron activamente en este caso, incluidos sus principales protagonistas, que no son otros que los ediles populares Reyes Tintó y Jesús María Pacios, era apartar cuanto antes del cargo al alcalde, Carlos Galbeño, y provocar, posteriormente, la dimisión del presidente del PP local, Mario Mingo.
Se dice ahora que una comida celebrada en vísperas del verano en un céntrico restaurante de la localidad abrió el melón de la discordia tras negarse Galbeño a aceptar la propuesta que le hizo su compañero de mesa. Ahí se iniciaron las hostilidades y empezaron a salir a la luz pública asuntos bastante escabrosos relacionados con el urbanismo local (El Mundo y El País dedicaron amplios espacios en sus ediciones de Madrid al denominado caso Torrelodones). Los titulares de prensa anunciaban presuntos casos de corrupción y para validar esta acusación, se filtró la noticia de que los dos ediles -Tintó y Pacios- a los que el alcalde les había retirado su confianza y por tanto las competencias que tenían para llevar a cabo su quehacer corporativo, habían acudido a la Fiscalía Anticorrupción de Madrid el día 22 de agosto, para asesorarse sobre cómo actuar con la información que tenían, visita que nadie ha desmentido hasta ahora.
Así pues, con la Fiscalía al acecho, la denuncia relacionada con la presunta información privilegiada a algunas empresas constructoras-promotoras para que compraran terrenos en el Área Homogénea Norte, las acusaciones más o menos veladas contra la Fundación de Estudios Superiores, cuyo presidente es Mario Mingo, de beneficiarse económicamente de la explotación del teatro municipal, la existencia de grabaciones realizadas entre algunos miembros del Equipo de Gobierno y la vinculación familiar de Galbeño con una constructora local que había adquirido 20.000 metros en esa zona, permitió elaborar una compleja trama en la que, incluso, se intentó involucrar al párroco de Torrelodones, Gabriel García, sobre una supuesta llamada telefónica del alcalde donde pedía al sacerdote que frenase el posible nombramiento de Reyes Tintó como directora del colegio San Ignacio de Loyola. ¿Cómo es posible que el Arzobispado estuviese dispuesto a contratar como responsable de dicho centro a la concejala de Educación de esta localidad? Es cierto que los responsables de este colegio le habían ofrecido a Tintó ese cargo, pero lo que no se ha dicho es que dicha oferta estaba condicionada a que renunciase a su acta de edil, cosa que no hizo, como tampoco lo ha hecho ahora cuando el comité regional le ha pedido a ella y a su compañero Jesús María Pacios la entrega al partido de sus respectivas actas de concejal, olvidando la promesa que le habían hecho a Francisco Granados, secretario general del PP-Madrid (ellos lo reconocen en uno de sus escritos) de “entregar nuestra acta una vez resuelta la situación (¿?) para evitar con ello todo tipo de dudas sobre nuestras intenciones”.
Desmenuzando estos y otros ingredientes, es fácil llegar a la conclusión de que los supuestos conspiradores lo único que pretendían -incluso aceptando el hecho de que no existiera un acuerdo previo entre ellos-, era que Carlos Galbeño y Mario Mingo presentasen la dimisión de sus cargos o que fueran destituidos directamente por la Ejecutiva regional a instancias de la presidenta, Esperanza Aguirre. Incluso hemos llegado a oír que se llegó a plantear la posibilidad de presentar una moción de censura contra Galbeño y sus compañeros de gobierno, documento que estaría refrendado por los grupos de la oposición y los ediles discrepantes. Matemáticamente la propuesta tenía todas las bendiciones para prosperar si tenemos en cuenta que entre PSOE, IU y AVIT tienen actualmente más votos que el Ejecutivo local tras la excisión de Reyes Tintó y Jesús María Pacios. Pero según estas mismas fuentes, el asunto fue desestimado por los socialistas en el momento en el que alguien de la Ejecutiva del PSM les recordó el pacto antitransfuguismo que tienen firmado PP y PSOE. No habrá moción de censura, pero mucho me temo que la gobernabilidad del Consistorio torrelodonense va a resultar casi imposible de aquí a final de legislatura. Supongo que esto habrá quedado claro en la sesión plenaria cuya celebración estaba prevista para ayer jueves.
Resumiendo: lo que empezó con un pulso, siguió con una trifulca en la trastienda del Ejecutivo local, continuó con una disputa entre dos particulares por la propiedad de 40 metros de las parcelas relacionadas con el parking público y prosiguió con insinuaciones, acusaciones y descalificaciones de baja estofa, puede terminar como el rosario de la Aurora. Por eso me parece una temeridad sacar a la luz pública los nombres de los presuntos implicados en esta compleja trama, porque para ello hay que tener pruebas contundentes y no basarse en simples indicios. Nunca hemos tenido la intención de entrar en ese peligroso juego porque estamos totalmente convencidos de que cuando surgen situaciones como esta hay que poner cordura y no echar más lecha al fuego. Por eso desde el primer momento hemos intentado conocer los entresijos de este complejo asunto analizando las distintas versiones que han circulado por la localidad, y aún admitiendo que puedan quedar algunos flecos sueltos y algunas preguntas sin responder, se puede llegar a la conclusión de que lo que parecía una operación a gran escala dentro de los casos de corrupción urbanística surgidos durante el último año en nuestro país, con implicaciones de políticos, empresas promotoras y constructoras, acusaciones de cohechos, información privilegiada..., ha quedado reducido a una variopinta serpiente de verano que, posiblemente, algunos van a seguir explotando para saciar su sed de venganza personal, más cuando el viento puede soplar a favor por encontrarnos muy cerca de la antesala de una nueva confrontación electoral. Y esto también lo deben saber Carlos Galbeño y Mario Mingo, alcalde y presidente del PP de Torrelodones. Pero bueno, esa es harina de otro costal y allá cada uno con su conciencia.