Opinión

Las muertes de Saif y Bin Laden

M. Molares

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La muerte de Bin Laden provoca alivio y alegría. Pero otra cosa es la de Saif El Arab Muamar el Gadafi, el más joven de los hijos de ese dictador al que llamaban amigo de Zapatero, Aznar y casi todo el mundo. La ONU había autorizado a la OTAN a proteger a los libios que se habían levantado contra Gadafi de una posible masacre, pero no les permitió atacar al dictador, menos a su familia, de la que han matado a su hijo de 29 años y a tres nietos.


Como casi todos los hijos de dictadores ricos, Saif se creía el dueño del mundo e iba a Alemania y Suiza a protagonizar escándalos que acallaba pagando sustanciosas indemnizaciones. Nada comparado con el caso del príncipe saudí que mató a su secretario y amante en un hotel londinense, o el puritano genocida Bin Laden. Saif tenía amigas que, borrachas, hacían striptease en su honor en las discotecas donde él se pegaba con los porteros que pretendía impedir el espectáculo. Como tantos hijos de millonarios, no precisamente petroleros o islámicos. Era ya otro millonario occidental, tanto por sus estudios de economía, como por su amor al fútbol, a Hollywood y al buen vino. Es fácil encontrar fotografías suyas en Google. Tenía la cabeza afeitada, como su hermano mayor, y cara de pícaro. Y a pesar de su padre, y de que seguramente era un déspota, como la mayoría de los señores árabes multimillonarios en sociedades donde lamentablemente aún quedan esclavos, da cierta repugnancia que quizás un piloto español lo haya matado. Y a los tres niños.

Ver la cara de los que matamos sin que sepamos bien por qué, y más sin la tramposa justificación de la ONU, a mí me provoca náuseas.