Joaquín Solís
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Las medidas adoptadas recientemente por el Gobierno encaminadas al ahorro de energía han creado un gran revuelo tanto en la opinión pública como en la publicada que nos incita a comentar y abordar el asunto no desde la ciencia y la técnica, sino desde el más estricto y entendible sentido común.
De la reducción de la velocidad de los vehículos a 110 kilómetros, lo único que resalta es lo poco que les preocupa a los autores de esta normativa el consumo y la contaminación generada por los todoterrenos de de 240 caballos diseñados para moverse por ámbitos de condiciones extremas. Tampoco se ha comentado cómo se le habrá quedado la cara al adquiriente de un coche híbrido pagando una pasta adicional, en aras de poder economizar casi el 40 por ciento del combustible que este artilugio ahorra cuando circula a los defenestrados 120 kilómetros por hora. Supongo que habrán reaccionado a modo de Don Mendo cuando le informaron sobre la boda de Magdalena: “¡Se casa! Y yo en esta torre preso, haciendo el primo ¿Qué dije? El primo es poco ¡el camelo!”.
Eficiencia
Ningún organismo versado en la energía, duda que en el gran campo donde hay que trabajar para afrontar la creciente demanda mundial de energía, es aumentar desde todos sus ángulos la eficiencia energética, es decir, producirla con los mayores rendimientos por gramo de combustible empleado y consumirla con la máxima eficacia. Sumando ambas vertientes el potencial de ahorro supera con creces el 40 por ciento del total generado. No hay innovaciones predecibles, ya sean de origen fósil o renovables, excluida la mesiánica fusión nuclear, que será nuestra salvación, pero no sabemos cuando, a la hora de poder competir con el potencial que representa la eficiencia energética. Además, sin emisiones de CO2 adicionales y, como diría un pastor del Valle de Ambles, “sin comernos el manso”.
Nucleares y renovables
Dos reflexiones: en España es imposible que se erija en el futuro una central nuclear, y no por ecologismo sino por miedo a no contar con la estabilidad legal precisa, para arriesgarse a acometer un proyecto cuyo precio supera los 10.000 millones de euros de inversión y diez años de construcción; esto solo es posible en países tipo Finlandia o dictatoriales como China.
Uno de los factores claves que encarecen el suministro eléctrico es el que deba ser interrumpible. Así en un caluroso día veraniego con el levante en calma, los molinillos dejarán de producir su cuota del 20 por ciento, mientras la demanda crecerá también alrededor de otro 20 por ciento. ¿Habrá que tener ociosa un 40 por ciento de generación térmica para cubrir este desajuste? El coste es inabordable.
La solución pasa por contar con procesos capaces de convertir la energía utilizable al menos el 85 por ciento de la contenida en los combustibles, ya sean fósiles o renovables y consumir con eficacia; lo que constituye en esencia el reto de la eficiencia energética. En definitiva, innovación tecnológica y educación en los consumidores.