L. Lasa
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Con el barril de crudo situado ya en el entorno de los 100 dólares y los carburantes cerca de los máximos históricos, la situación en nuestro país se torna mucho más complicada y la recuperación pese a los esfuerzos ¿tardíos? del Gobierno por hacer la reforma laboral y modificar el sistema de pensiones, parece alejarse de nuevo. ¿Puede la economía española aguantar una subida de estas características, que repercute en la totalidad de la cadena productiva? Difícil lo tiene el Gobierno, que asiste atónito y sin demasiada capacidad de reacción a la evolución de los mercados.
¿Qué está pasando? Muchas son las razones, pero hay algunos signos nada buenos. Los fondos especuladores tratan de hacer su agosto provocando alzas descontroladas, tanto en el precio de las gasolinas como en el de los alimentos. Es la vieja táctica del “a río revuelto...” que pone contra las cuerdas a las economías más débiles. Hay otro factor no menos importante. Tras dos años de contención en el uso de carburantes, los primeros brotes verdes en los países industrializados volvieron a disparar los gastos en gasolinas para automóviles y calefacción. Eso, unido a un mayor consumo en los países emergentes (sobre todo en China, India y Brasil), provoca que los productores se froten las manos: la escalada de precios está garantizada. Y en la OPEP, conscientes de que tienen la sartén por el mango, no están por la labor de aumentar la producción para reducir los precios. Nada de nada. Saben que estamos en una situación de crisis global y tratan de hacer negocio rápido. En ese escenario, los fondos especuladores siempre ganan. Y pierden los ciudadanos.