Opinión

Pensando en el futuro

Tribuna

Víctor Corcoba Herrero

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La semana pasada decidí citarme con el futuro. Septiembre es un mes que invita a recomenzar. Yo me senté en la arista del presente, quería preguntarme y preguntarle al mañana sobre tanta locura sembrada, convencerme de que en universo todavía sigue vivo y que la vida tiene porvenir, a pesar de tantas inseguridades y desasosiegos. Si el hombre falla -como dijo Dámaso Alonso- volvemos otra vez al vacío y a la batalla del caos.

No me gusta, en consecuencia, que transite por las calles la rabia o que la venganza avive el odio. El pasado puede servirnos como enseñanza y el presente como lección.

La esperanza del mundo pende de nuestras andanzas, pero sobre todo del aliento de los escolares. Son el futuro. Por ello, estimo que el mejor programa educativo será aquel que convierte al alumno en un buen ciudadano. En educación debemos dar el todo por el todo. Las confrontaciones políticas no tienen sentido. Dejémoslas a un lado, en favor de los pactos consensuados. Está en juego nuestro propio rumbo. Por desgracia, el gasto público educativo de España está todavía por debajo de la media actual de la Unión Europea. Necesitamos también que en esa Europa del conocimiento, nuestros escolares tengan buenos cimientos para coronar el sueño de aquellos intelectuales que apostaron por la apertura. Desde luego, invertir e instruir e ilustrar es una buena apuesta.

El conocimiento en continua evolución, no puede abandonar cuestiones cívicas o valores morales. Sería como aprender sin recapacitar. Las mayores dificultades siempre están en saber discernir qué camino tomar y de cuál fugarse, qué puente hay que pasar y de qué puente hay que huir. Un plan de enseñanza que no camine en esa línea formativa de pensamiento interior, de hacer pensar y madurar la manera de sentirse a gusto en la vida, me parece que es un error. No olvidemos que el mañana es la oportunidad de los mejor formados, que por ende serán, los más valientes y seguros. La idea aristotélica de que el sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice, nos afianza y refuerza lo dicho.

Hablando de sensaciones. Hay un sentir común que parece alertarnos. Nos preguntamos que lírica tendrá nuestro futuro en este salto de la globalización cultural. Se han derrumbado muros, abierto fronteras, pero seguimos sin conseguir descifrar malentendidos o sin poder dar respuesta contundente a los que cultivan la violencia. Al final, resulta que sólo hay una llave para la caballerosidad, es la urbanidad que hoy no se enseña en las escuelas. Se promueven otras crianzas de efectos infernales, sin afecto compasivo alguno. La rivalidad mal entendida, la lucha por el poder mal fomentada, son evidentes ejemplos. Pedimos una nueva civilización plenamente humana y nunca, como en el momento actual, ha habido tanta distinción de clases. A lo mejor tendríamos que reflexionar sobre los actuales objetivos de la educación, puesto que el fracaso escolar está a la orden del día y los docentes decaídos como las hojas del otoño. Así no se pueden formar personas aptas para valerse por sí mismas y no dejarse comprar por el primer cuestita de turno.

Europa puede parecer vacilante, los españoles podemos estar agobiados e inquietos ante la avalancha de inmigrantes, pero también es cierto que ha de nacer una persona moderna. De entrada, crece entre culturas diversas, con lo que este ambiente supone de enriquecimiento. Conseguir la universal ciudadanía será el mejor futuro para la vida, o sea para el ser humano.